Pseudoveltíosis natanatórica.

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    • #76

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 76]
    Los conflictos y los incidentes prosiguieron por otros diversos motivos. Parecía que a Cumano le había tocado hacer frente a todos los sarpullidos cuyas causas se habían estado gestando en los aparentemente tranquilos años anteriores. Hubo un conflicto grave entre los galileos y los samaritanos por la muerte de un galileo en una aldea de Samaria. Los habitantes de Judea se pusieron de parte de los galileos, y muchos de ellos acudieron a Samaria para tomar venganza dirigidos por algunos “jefes de bandidos”. Asesinaron a todos los habitantes de algunas aldeas samaritanas, y además las incendiaron. Cumano los persiguió con la caballería y capturó a bastantes de esos vengadores. Las autoridades judías, vestidas con traje basto de duelo y con la cabeza cubierta de ceniza, según la costumbre hebrea, se interpusieron frente al resto de la población, que se disponía a luchar en masa contra los samaritanos, y lograron que se dispersasen; pero algunas bandas se dedicaron al pillaje por diversos lugares del país. Los jefes samaritanos acudieron a la ciudad de Tiro, donde estaba entonces el gobernador de Siria, Umidio Durmio Cuadrato (50-60 de la EC), y le pidieron el castigo de los culpables. Los ilustres de los judíos, a su vez, acusaron ante Cuadrato a los samaritanos y al propio procurador Cumano, que no había querido castigarlos desde el principio. Cuadrato aplazó su decisión y marchó a los lugares de los hechos. Pasó por Cesarea, hizo crucificar a todos los bandidos apresados por Cumano e hizo decapitar a algunos nobles que, según le informaron, también se habían inmiscuido en los combates. Envió luego a Roma a varios judíos de alto rango, incluido el Sumo Sacerdote y sus antecesores en el cargo, y también a otros tantos samaritanos ilustres, y envió con ellos a Cumano, para que se explicaran todos ante el César. Restablecido el orden y la paz, regresó a Antioquía. En Roma, Claudio césar, en presencia de Agripa II, que apoyaba decididamente a los judíos, dio la razón a estos últimos, hizo ejecutar a tres destacados jefes samaritanos y desterró a Cumano; y a uno de los tribunos de este último, considerado responsable de las provocaciones, lo envió encadenado a Jerusalén para entregarlo a los judíos y para que éstos lo arrastraran por la ciudad y lo decapitaran. Tal fue, en esta ocasión, la justicia del César. No obstante, la animosidad subterránea de una población gentil cada vez más en desacuerdo con la cultura judía y con la astucia de sus dirigentes era un buen caldo de cultivo para nuevos problemas que se presentarían después.

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    • #77

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 77]
    Por esta época, entre los años 48 y 50 de la EC, Claudio césar, tras haber hecho ejecutar a su primera esposa, la adúltera y escandalosa Mesalina, se casó con Agripina (año 49), la madre del futuro emperador Nerón, quien al parecer era filojudía (amadora de la cultura judía), por lo que la política del emperador, previamente antijudía, cambió muy favorablemente para con los judíos. En aquellos momentos, Roma se había convertido en una amalgama de creencias diversas, de todo tipo y origen, desde las místicas hasta las materialistas. También la religión hebrea tenía sus adeptos entre las clases altas romanas, sobre todo entre las mujeres, ya que éstas no tenían que someterse al penoso ritual de la circuncisión como los varones. En este sentido, muchas de las luchas por el poder en el entorno imperial estaban también muy influidas por motivaciones y rivalidades políticorreligiosas, y desde luego influyeron bastante en la suerte de los respectivos países de origen de esas religiones. Ello explica también, por ejemplo, el que los romanos tuvieran un conocimiento general de los ritos más llamativos de la religión judaica, en especial el descanso sabático. Por lo tanto, si Agripina, la esposa de Claudio, era una de esas damas romanas judaizantes, tal como parece que lo fue, se comprende que influyera poderosamente sobre su marido para que éste privilegiara a la cultura judía en sus enfrentamientos contra la pagana influencia gentil y también contra la hipotética herejía cristiana. No obstante, la doblez moral bajo el disfraz de santurronería de los dirigentes religiosos judíos de aquella época podría haber inducido en Agripina una tranquilidad de conciencia que le permitiera perpetrar sin remordimientos el asesinato de su propio marido. En efecto, todo indica que fue precisamente ella la que envenenó a su esposo con un plato de setas, uno de los manjares favoritos de Claudio. El viejo emperador murió el año 54 de nuestra era, habiendo reinado trece años desde que los pretorianos lo sacaran de detrás de una cortina del palacio imperial donde se había escondido lleno de miedo tras el asesinato de su sobrino Calígula. A Claudio le sucedió el hijo de Agripina e hijastro de éste, previamente adoptado por él, a saber, Domicio Enobarbo Claudio, más conocido por el sobrenombre familiar de Nerón.

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    • #78

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 78]
    En el año 52, dos años antes de la muerte de Claudio, fue nombrado procurador de Judea Antonio Félix, que estuvo en el cargo hasta el año 60. Este procurador se casó con una mujer judía de la familia de Herodes, Drusila, hermana de Berenice y del rey Agripa II. Durante su mandato, Félix hizo una importante limpieza de “bandidos” (zelotes), capturando al jefe de una de las bandas principales y crucificando a muchos de ellos, y castigando asimismo a no pocos de sus cómplices entre la población. Estas represalias aumentaron aun más los odios antirromanos, pues dichos bandidos o zelotes eran una especie de guerrilleros sin cuartel que tenían como objetivo la liberación de Judea del yugo romano o gentil. Los zelotes eran realmente un movimiento político-nacionalista fundado por Judas el Galileo al final de la primera década del siglo I de nuestra era, llegando a ser la facción más violenta del judaísmo de su época, enfrentándose frecuentemente a otras facciones como los fariseos o saduceos, a quienes acusaban de tener celo por el dinero. El vocablo “zelote” ha pasado a ser sinónimo, en varios idiomas, de intransigencia o radicalismo militante. Algunos historiadores los consideran como uno de los primeros grupos terroristas de la historia, ya que utilizaban el homicidio de civiles, a los que acusaban de colaborar con el gobierno romano, para disuadir a otros de hacer lo mismo. Dentro del movimiento zelote, se distinguió una facción todavía más radicalizada conocida como los “sicarios”, de extrema virulencia y sectarismo. Su objetivo, al que aspiraban usando medios bandoleros o de cualquier otro tipo, era una Judea independiente del Imperio romano mediante la lucha armada. Algunos historiadores opinan que el Barrabás a quien Pilato puso en libertad por petición del pueblo, al ser azuzado éste por los sacerdotes y maestros de la ley mosaica, era un zelote. Aparentemente Pilato esperaba que la masa judía se decantara en favor de Jesucristo, hombre pacífico y antítesis de la figura de un terrorista. Pero no fue así, sorprendentemente, y ello a pesar de que probablemente entre los que vociferaban pidiendo la muerte de Jesús y entre sus incitadores (los maestros religiosos judíos) ya existirían aquéllos que habrían sufrido la brutal acción de zelotes y sicarios, o, peor aún, la iban a experimentar en el futuro cercano.

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    • #79

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 79]
    En el año 53 murió el viejo tetrarca Filipo, y los territorios del noreste palestinense fueron entregados por Claudio al rey Agripa II, en lugar del reino de la Calcidia que ya tenía y que por imperativos de la política romana fue incorporado a la provincia de Siria. El nuevo emperador, Nerón, que comenzó su mandato en el año 54, le confirmó a Agripa II estos dominios y le añadió dos ciudades de la Perea y dos más de la Galilea (una de ellas la importante ciudad de Tiberíades). Nerón confirmó también el nombramiento de Félix como gobernador de Judea, de Samaria, de Galilea y de la Perea o Transjordania. Bajo el gobierno de Félix, la situación en la provincia palestinense se enrareció considerablemente. La represión inicial de los bandidos guerrilleros zelotes, y sobre todo la de los que más o menos abiertamente les apoyaban en sus ideas antirromanas, hizo que el movimiento zelote se radicalizara aun más al pasar a una completa clandestinidad. Apareció entonces en Judea algo nunca visto hasta entonces: unos grupos de supuestos zelotes clandestinos y fanáticos que se dedicaban a asesinar a todos aquéllos considerados filorromanos (pero, curiosamente, no asesinaron a ningún romano importante). Se les designó con el término latino de “sicarios” (esto es, asesinos a sueldo armados con la “sica”, un pequeño puñal curvo muy apto para degollar y asesinar por la espalda). Estos sujetos eran verdaderos profesionales del “crimen silencioso”, y en las fiestas religiosas, entre la multitud, se ponían al lado o detrás de sus víctimas y las asesinaban con tanta discreción como impunidad; a veces, cuando la víctima caía a su lado, daban voces fingiendo haber visto escapar al asesino entre la multitud. Apareció así una forma nueva de “terrorismo” que dejó ciertamente atemorizada a la población. El historiador judío Flavio Josefo, la principal fuente para esta época de la historia judía, describe muy acertadamente esta dinámica de crimen y de terror: “Cada día morían muchos a manos de estos sicarios, y el miedo era más insoportable que la propia desgracia, ya que todos, como si estuvieran en una guerra, esperaban la muerte de un momento a otro. La gente espiaba desde lejos a sus enemigos, y no se fiaba ni siquiera de los amigos cuando se acercaban. No obstante, eran también asesinados en medio de estas sospechas y precauciones, pues era muy grande la rapidez y la habilidad de esos malhechores para pasar inadvertidos”. La víctima más notable de estos sicarios fue el mismísimo Sumo Sacerdote, Jonatán, que mantenía manifiesta rivalidad con el procurador Félix, por lo que cabe sospechar que éste pudo haber sido el verdadero inductor de su asesinato. Tal vez nadie, salvo algún que otro cristiano de la zona, rememoraría las últimas horas terrestres de Jesucristo ante Pilato, cuando la masa judía allí aglutinada prefirió la liberación de Barrabás (un sedicioso, y muy probablemente un zelote) a la del pacífico Maestro Jesús de Nazaret; y cuando tanto los sacerdotes como los líderes religiosos judíos expresaron la hipócrita afirmación de que no tenían más rey que el César (y he aquí, ahora, que, por delegación del emperador romano, tal vez Félix, o cualquier otro mandatario similar de turno, probablemente se sirviera de los temidos sicarios para eliminar con astucia a no pocos sacerdotes y maestros de la ley mosaica que le resultaran odiosos).

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    • #80

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 80]
    ¿Quiénes eran en realidad estos sicarios, y, sobre todo, quién o quiénes los dirigían? La respuesta a la pregunta es difícil, pues en esa época (y en todas las épocas) tales casos de actividad encubierta no siempre son elucidables, por lo que se hace necesario aventurar conjeturas y suposiciones basadas en pruebas indirectas o en una lógica contextual. No obstante, la gran profesionalidad de estos sicarios en sus criminales tareas parece apuntar a que muchos de ellos eran efectivamente peritos en el arte de matar, es decir, soldados, ex-soldados, gladiadores, bandidos bien curtidos o similares. Es posible que el procurador Félix manejase más o menos directamente a algunos de estos grupúsculos; pero otros judíos poderosos manejarían a otros. En cualquier caso, los sicarios fueron desde entonces el nuevo y mortífero instrumento para las luchas internas judías (luchas políticas y religiosas, luchas de poder y de conservación del poder). Está claro, al menos, que ese “terrorismo” tenía mucho que ver con la propia división y “politización” de los zelotes (es decir, con el tinte ultrarreligioso, integrista y fanático que adquirieron con carácter definitivo las bandas de salteadores y ladrones de tiempos anteriores, y que ahora reaparecían dinamizadas todas ellas por sentimientos religiosos ultranacionalistas y antirromanos). Pero tampoco es improbable que los sicarios fueran una expresión soterrada e instrumentalizada de las fuertes luchas internas entre diversos grupos o facciones del bajo clero judío (fariseos, principalmente) contra los grandes potentados y altos dignatarios eclesiásticos (saduceos). El procurador romano no supo o no pudo o no quiso detener esta plaga de crímenes, sino que se apresuró también a sacar provecho de ello, pues el terror (venga de donde venga) ha sido siempre un utilísimo instrumento de enriquecimiento individual de unos pocos, de dominación de unos cuantos e incluso de control social sobre muchos.

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    • #81

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 81]
    La situación en Judea se estaba haciendo cada vez más incontrolable por los medios habituales de gobierno, pues ésta era una provincia conflictiva en el seno de un imperio dirigido desde Roma por autócratas ineptos, turbios entornos palaciegos, y favoritos tan poderosos como caprichosos, que tenía su correlación en las provincias en unos gobernadores y funcionarios imperiales cada vez más corruptos. Además, el historiador Flavio Josefo no sólo menciona “bandidos” y “sicarios” aterrorizando a la población; también habla de la presencia perturbadora de grupos de carácter religioso que constituían asimismo un importante factor de desestabilización en Judea. Se trataba de grupos teñidos de mesianismo religioso y de planteamientos subversivos y apocalípticos, los cuales debían de ser numerosos. El historiador judío dice más adelante que el procurador Félix envió contra uno de ellos tropas de infantería y de caballería al desierto de Judea, donde se refugiaba, y que mató a muchos de sus adeptos. Parece que Josefo se refería, en este caso, a antiguos esenios de Qumrán, pero no a todos ellos, sino a una pequeña facción muy radicalizada que se había unido con los extremistas zelotes. Sus actividades contrastaban en todo caso con el pacifismo militante de los cristianos, por lo que no cabe ninguna identificación con éstos. Una de esas bandas fue organizada por un judío egipcio, que con varios miles de sus seguidores intentó asaltar Jerusalén desde el Monte de los Olivos, pero fueron rechazados por las tropas romanas y por los propios habitantes de la ciudad; la banda se dispersó y muchos fueron capturados o muertos, pero el egipcio logró escapar.

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    • #82

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 82]
    En su obra “antigüedades judaicas”, de la que ya hemos citado recientemente, Josefo también informa: “De nuevo surgió otra inflamación, como ocurre en un cuerpo enfermo. En efecto, charlatanes y bandidos se unieron para incitar a mucha gente a la revuelta y animarles a obtener su liberación. Amenazaban de muerte a los que eran sumisos al poder de Roma y decían que matarían a los que aceptaran voluntariamente esa servidumbre. Divididos en grupos saqueaban a lo largo del país las casas de los individuos ricos y poderosos, los mataban e incendiaban las aldeas. En consecuencia toda Judea se llenó de locura y cada día este conflicto se hacía más intenso”. Estas palabras del historiador revelan quizá también una parte del fondo del problema, esto es, las grandes diferencias económicas y sociales entre la población palestinense. Por lo demás, los conflictos interétnicos continuaron también durante el mandato de Félix. Uno de los episodios más sonados se produjo en Cesarea, entre los habitantes de origen judío y los de origen grecosirio, que eran mayoritarios, al parecer debido a unas disputas por los terrenos de una sinagoga. Ambos grupos se hostigaron diariamente entre sí causándose algunos muertos mutuamente, y en cierta ocasión, con motivo de estos enfrentamientos, Félix ordenó dispersar por la fuerza a un numeroso grupo de judíos reunidos en el ágora o plaza pública, y hubo muchos muertos y diversos actos de saqueo. El procurador envió a Roma a varios notables judíos y grecosirios para que el emperador Nerón juzgase su pleito. Para los cristianos de Judea, las palabras de Jesucristo acerca de los acontecimientos que tendrían lugar en la víspera de la destrucción de Jerusalén parecían estar cumpliéndose cabalmente: «Tengan cuidado que nadie los engañe. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí (se sobreentiende: Esos muchos se autoproclamarían el Mesías prometido). Dirán: “Yo soy el Mesías”, y engañarán a mucha gente» (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 4-5; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996). En efecto, según Josefo, parece que en el primer siglo de nuestra era, desde aproximadamente el año 50 hasta cerca del 70, aparecieron no pocos “Mesías” que prometían alivio del yugo romano y que pronto hallaron cuantiosos seguidores. También las siguientes palabras del Maestro: “En aquel tiempo (se sobreentiende: Poco antes de la destrucción de Jerusalén) muchos renegarán de su fe (se sobreentiende: Es posible que algunos cristianos, débiles en la fe, cedieran ante la presión de familiares y vecinos judíos y se apartaran del discipulado; pero más que nada, aparentemente, muchos judíos y prosélitos del judaísmo, ante la vergonzosa situación de la adoración en el Templo de Jerusalén y de la conducta hipócrita y materialista de una pléyade de líderes religiosos hebreos, abandonaron el judaísmo tradicional y lo sustituyeron por creencias sectarias o mesiánicas falsas, o bien por el puro culto a lo material), y se odiarán y se traicionarán unos a otros (se sobreentiende: Esto parecía cumplirse perfectamente en toda Judea, a raíz de las intrigas y rivalidades religiosas entre distintas figuras prominentes del judaísmo, con profusión de asesinatos perpetrados por los sicarios). Aparecerán muchos falsos profetas, y engañarán a mucha gente. Habrá tanta maldad, que la mayoría dejará de tener amor hacia los demás (se sobreentiende: En medio del clima de corrupción y terrorismo que se había desarrollado en Jerusalén y en toda Judea, como ya se ha mencionado anteriormente, la gente, aterrorizada y temerosa por su vida y la de su familia, se retraería de exponerse a socorrer a cualesquier víctimas de terrorismo o de infortunio de cualquier clase)” (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 10-12; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #83

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 83]
    No parece que los cristianos, como grupo, sufrieran un hostigamiento sistemático por parte de los zelotes y sicarios, entre otras cosas porque quizás su estigmatización social como individuos despreciables e incultos y su prudencia y humildad (no ostentación) y alejamiento de las rivalidades y de las intrigas que acompañan a los poderes públicos, así como su no participación en eventos multitudinarios y su falta de relevancia como figuras destacadas de la comunidad, constituía realmente una protección para ellos en este sentido. Sin embargo, los cristianos de Judea sí fueron duramente perseguidos por las autoridades religiosas hebreas, hasta el grado de matar al discípulo Esteban a pedradas en el año 34 de nuestra era, según la opinión cronológica de algunos doctos. A partir de esa muerte, se levantó una gran oleada de mayor represión violenta anticristiana en toda Judea, orquestada fundamentalmente por los sacerdotes y maestros de la ley mosaica, con Caifás (el potentado religioso que mandó eliminar a Jesucristo) a la cabeza. Esta gran persecución resultó en que algunos cristianos hebreos muriesen y en la dispersión de una gran mayoría, pero los que habían sido esparcidos siguieron su obra evangelizadora y declaraban las verdades acerca de Jesucristo por dondequiera que iban. Los apóstoles, por su parte, permanecieron en Jerusalén y mantuvieron unida la comunidad cristiana que había quedado en esta ciudad, una comunidad que había crecido aun con oposición tenaz. Después de esto, la colectividad de discípulos del lugar comenzó a disfrutar de un período de relativa calma y paz. Luego, dicho período se interrumpió cuando en el año 44 el discípulo Santiago fue muerto por orden del rey Herodes Agripa I, quien, para ganarse las simpatías de los judíos prominentes, comenzó a hostigar a los cristianos en sus dominios. Y como vio que dicha muerte le granjeó el favor de los judíos, procedió a encarcelar a continuación al apóstol Pedro antes de que finalizase aquel año con la intención de presentarlo ante el pueblo israelita durante la Pascua siguiente y condenarlo a muerte públicamente, a fin de que las multitudes anticristianas de Judea se sintieran regaladas y como resultado el astuto rey afianzara bien su corona en la conflictiva zona palestinense. Pero según el relato sagrado de los Hechos de los apóstoles, capítulo 5, Pedro fue liberado milagrosamente de la prisión y Herodes no pudo culminar su malvado plan. Poco después, algunos meses después, este monarca murió de manera repugnante: «Herodes estaba enojado con los habitantes de Tiro y de Sidón, los cuales se pusieron de acuerdo para presentarse ante él. Lograron ganarse la buena voluntad de Blasto, un alto funcionario del rey Herodes, y por medio de él le pidieron paz, porque Tiro y Sidón obtenían sus provisiones en el país del rey. Herodes los citó para un cierto día, en el que, vestido con ropa de ceremonia, ocupó su asiento en el tribunal y les dirigió un discurso. La gente comenzó entonces a gritar: “Éste que habla no es un hombre, sino un dios”. En el mismo momento, un ángel del Señor hizo que Herodes cayera enfermo, por no haber dado honor a Dios, y murió comido de gusanos» (Hechos de los apóstoles, capítulo 12, versículos 21-23; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #84

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 84]
    La sagrada escritura, especialmente el libro de Daniel el profeta, deja entrever la dinámica beligerante que existe en el mundo sobrenatural, en el suprauniverso, desde la rebelión edénica y la posterior intervención malsana de ángeles insurrectos en la época prediluviana, al abusar éstos de las hijas de la humanidad impía, cuando claramente se formaron los dos bandos universales en conflicto: El de la simiente diabólica (que adoptó la forma general de una mixtura humano-demoníaca) y el de la descendencia de la mujer simbólica de Dios (que adoptó la forma general de grupos celestiales de ángeles fieles con el agregado de muchos humanos leales a Dios y amadores de Su guía). Por lo tanto, gran parte de los fenómenos históricos de difícil interpretación se hacen más entendibles cuando se tiene presente esa realidad suprauniversal, así como ese conflicto sobrenatural que sólo la sagrada escritura permite vislumbrar. Empero, de todas formas, dada la complejidad y la magnitud de los desenvolvimientos en tal ámbito de la existencia, resulta bastante limitada nuestra capacidad de penetración al respecto y sólo podemos contentarnos al presente con una visión extremadamente limitada de semejante realidad. Así, en la Judea de mediados del primer siglo de nuestra era, las luchas intestinas que se producían entre los líderes del judaísmo y entre los propios gobernantes romanos, todos ellos pertenecientes a la simiente diabólica, arroja la impresión de que en las esferas sobrenaturales que manipulaban a esos humanos alejados de la guía divina no había unidad de acción ni de criterio, con lo cual la eficacia de éstos contra la descendencia de la mujer, esto es, contra los cristianos del primer siglo, se vería tremendamente mermada. Sin embargo, téngase presente que el “oleaje” producido por una sociedad caótica y decadente pudiera haber sido una buena estrategia satánica para desestabilizar el rumbo del “buque” cristiano y para inducir un clima moral y psicológico en la masa humana que impidiera a ésta reflexionar o tomar en serio el mensaje de los evangelizadores, obstruyendo con ello que las filas cristianas fueran engrosadas con nuevos conversos. Por otra parte, el ficticio escaparate de prosperidad materialista, intelectual y logrera que determinados entornos de aquel mundo antiguo ofrecía a los ojos podía impactar fácilmente en la mente de cualesquier cristianos débiles en la fe (como efectivamente así pasó en no pocos casos) y apartarlos de la comunidad de los discípulos de Cristo, causando con ello bajas en la hermandad humana de la simiente de la mujer simbólica.

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    • #85

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 85]
    Esto parece ser un punto de vista un tanto acertado, porque da la impresión de que los ataques contra los discípulos de Cristo eran más eficaces cuando eran sutiles y apelaban a los bajos instintos y no cuando eran ataques directos o frontales, como la acometida de Herodes Agripa I contra los apóstoles de Jesucristo en Jerusalén, que, de no ser frenada por Dios en justa respuesta defensiva (un ángel fiel hirió a este mandatario ególatra con una enfermedad mortal y repulsiva), hubiera supuesto una tremenda sangría para la descendencia de la mujer simbólica, ya que la intención del malvado monarca era la de eliminar uno a uno a los hombres que eran las columnas de apoyo espiritual de la comunidad cristiana primitiva. Así, pues, los ataques directos y cruentos contra los cristianos de aquel tiempo hacían que éstos se encomendaran a Dios y soportaran con Su ayuda las inclemencias persecutorias, y como ante tales ataques permanecían habitualmente fieles, ellos, como colectividad, podían contar con el favor y la protección divinas. Pero, por el contrario, cuando la guerra diabólica adquiría características astutas, sinuosas y no cruentas, apelando por ejemplo al materialismo y al egocentrismo por medio de la influencia de un entorno mundanal amoral e inmoral, entonces, los estragos sobre la fe podían ser cuantiosos porque se corría el riesgo de que se infiltrara dentro de la comunidad cristiana una forma de pensar que era contraria a la guía divina, y esto podría desembocar fácilmente en un virage apóstata que facilitara a las inteligencias demoníacas la adquisición de una herramienta corrosiva integrada por una serie de individuos cristianos en apariencia, los cuales habrían sucumbido a los designios satánicos y ahora sólo servirían para arruinar los cimientos del edificio congregacional de seguidores altruistas de Cristo.

    Editado 1 vez. Última edición: 2017-07-22 17:07:14

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    • #86

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 86]
    Un joven fariseo extremadamente virulento y perseguidor contra la fe cristiana fue Saulo de Tarso, quien presenció y hasta apoyó el asesinato del discípulo Esteban (acaecido, aproximadamente, en el año 34). Extendió su persecución a otras ciudades además de Jerusalén, y hasta consiguió autorización escrita del sumo sacerdote para buscar a los discípulos de Cristo incluso en Damasco (Siria) y llevarlos atados a Jerusalén, probablemente para que el Sanedrín (tribunal supremo judío, ubicado en Jerusalén, compuesto por 71 miembros y presidido por el sumo sacerdote) los juzgase. Pero en el camino hacia Damasco contempló una visión sobrenatural y quedó ciego. Entonces, le fue enviado un cristiano de nombre Agabo y recobró la vista, y se convirtió al cristianismo. Por lo tanto, aproximadamente hacia el año 35 de nuesta era, Saulo se convirtió en Pablo, un cristiano. Del año 36 al 45 se sabe poco de Pablo, y a este período se le ha denominado “años desconocidos de Pablo, el apóstol”. Del año 47 al 56 efectuó 3 viajes misionales, manifestando una formidable e inusual actividad evangelizadora. Tras su último viaje misional, Pablo se dirigió hacia Jerusalén, probablemente para informar de su actividad a los apóstoles. Aparentemente, en camino hacia la ciudad santa unos profetas cristianos predijeron que le esperaban cadenas o encarcelamiento en Jerusalén; y sus profecías se cumplieron. Mientras estaba en el Templo, para limpiarse ceremonialmente, algunos judíos de Asia agitaron al populacho y se formó una turba violenta contra él, pero los soldados romanos lo rescataron de un linchamiento casi seguro. Claudio Lisias, el tribuno (jefe de una legión de soldados romanos) que mantenía el orden militar en Jerusalén, al saber que Pablo tenía la ciudadanía romana, lo mantuvo en prisión preventiva dentro del cuartel, probablemente en la fortaleza Antonia, donde había una guarnición de soldados bajo su autoridad, al objeto de evitar que se levantara un motín provocado por la presencia en la ciudad del apóstol y porque contra él los judíos lanzaban todo tipo de acusaciones.

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    • #87

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 87]
    Al día siguiente, el tribuno, deseando conocer con exactitud de qué era acusado Pablo, presentó a éste ante el Sanedrín, el Consejo supremo judío para asuntos religiosos. Al poco tiempo, después de algunas palabras pronunciadas por el apóstol, se produjo otro alboroto, esta vez en la sala del Consejo, con duros enfrentamientos verbales de unos contra otros, especialmente entre los fariseos y los saduceos. El tumulto creció, de modo que el tribuno, alarmado, ordenó a los soldados que cogiesen a Pablo y se lo llevaran de nuevo al cuartel como medida de protección (dado que Pablo era ciudadano romano). Un grupo de unos 40 sicarios, con el consentimiento o la inspiración de varios sacerdotes y consejeros saduceos del Sanedrín, tramaron luego un plan para matar a Pablo. Para ello solicitarían al tribuno que condujese de nuevo a Pablo ante la presencia del Sanedrín, con objeto de preguntarle algo que deseaban saber sobre él; y el plan consistía en que el grupo de sicarios estaría preparado para asesinarle antes de que el apóstol llegara a acercarse siquiera al estrado y antes de que los soldados romanos tuvieran tiempo de reaccionar. Además, los fanáticos sicarios se habían juramentado para no comer ni beber hasta haber matado a Pablo. Aparte de este episodio, no se tiene constancia histórica ni documental de que algún otro cristiano (salvo Pablo, claro está) haya sido acechado o agredido por los sicarios. El desenlace fue favorable al apóstol cristiano, pues un sobrino suyo, que residía en la ciudad, se enteró de la conspiración e informó de ella al tribuno, quien, de inmediato, dispuso una escolta de 200 soldados, 70 jinetes y 200 lanceros en beneficio de Pablo y durante la noche envió al apóstol con tal escudo militar a la sede del gobernador o procurador Félix, en Cesarea (a casi 200 kilómetros de Jerusalén, en línea recta), con una carta personal en la que le daba detalles de todo lo sucedido.

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    • #88

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 88]
    El registro sagrado de los hechos de los apóstoles explica que el procurador Félix, tras leer la carta y preguntarle a Pablo de qué provincia romana procedía y enterarse que era natural de Tarso, una ciudad de Cilicia, le dijo al apóstol que oiría su defensa cuando llegasen sus acusadores, con el sumo sacerdote al frente de ellos. Pablo logró defenderse magistralmente de las acusaciones y el procurador, ante la insistencia dialéctica de la parte acusadora, decidió posponer la vista hasta que estuviese presente el tribuno Lisias, testigo de los hechos. Entretanto, dejó a Pablo a cargo de un centurión y con cierta libertad de movimientos, permitiéndole que los suyos le acompañasen y asistiesen. Félix, no obstante, hizo llamar a Pablo muchas veces más, esperando tal vez que éste le ofreciese dinero como soborno (cosa habitual en estos casos y a lo cual sin duda el procurador era muy aficionado), y mantenía frecuentes conversaciones con él sobre cuestiones religiosas porque aparentemente era supersticioso y había sido sobrecogido de temor por las citas sagradas que Pablo mencionaba. Dos años transcurrieron de este modo y Félix, que no deseaba enemistarse con las altas jerarquías sacerdotales judías, dejó a Pablo en prisión durante todo ese tiempo (sin duda también para protegerle, pues los sicarios le hubieran asesinado fácilmente si hubiera gozado de completa libertad).

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    • #89

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 89]
    ¿Quién era este Félix, procurador de Judea? Por lo visto, fue un liberto de Claudio césar (un esclavo romano de origen griego que fue liberado y considerado ciudadano de Roma por el emperador). Según el historiador Tácito, Félix era el hermano menor de Palas y ambos descendían de los reyes griegos de Arcadia y ambos fueron libertos. Palas, el mayor, tras alcanzar la libertad y la ciudadanía romana, llegó a servir en calidad de secretario imperial en los reinados de los emperadores Claudio y Nerón, haciéndose de una considerable fortura y elevada reputación. Es posible que gracias a la influencia de Palas, Félix obtuviera el puesto de procurador en la provincia de Judea. No obstante, según los historiadores, la crueldad y el libertinaje de Félix, junto con su accesibilidad a los sobornos, condujeron a un gran aumento de la delincuencia en Judea. El período de su mandato estuvo marcado por luchas internas y por los disturbios, los cuales contuvo con severidad. Hacia el año 56, como ya hemos mencionado anteriormente, Pablo el apóstol fue arrestado en Jerusalén y rescatado de un complot contra su vida, y el tribuno Claudio Lisias lo trasladó a Cesarea donde fue sometido a juicio ante Félix. Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Jesucristo. Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se asustó, y dijo: “Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré de nuevo”. Esperaba también, con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él. Pero al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo (año 58); y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo (Hechos de los Apóstoles, capítulo 24, versículos 24-27). A su regreso a Roma, Félix fue acusado de utilizar un litigio entre los judíos y los sirios de Cesarea como pretexto para matar y saquear a los habitantes, pero a través de la intercesión de su hermano Marco Antonio Palas, que tenía gran influencia sobre el emperador Nerón, fue absuelto. Entonces, Porcio Festo le sucedió como procurador de Judea.

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    • #90

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 90]
    Cuando Félix cesó en el cargo y llegó el nuevo procurador, Porcio Festo, este último marchó de Cesarea a Jerusalén en su primera visita y los jefes de los sacerdotes le presentaron sus acusaciones contra Pablo y le pidieron que lo hiciera traer a Jerusalén, pues esta vez también tenían preparados sicarios para matarle, pero en el camino. Sin embargo, Festo, previamente informado de la maquinación, les replicó que bajasen ellos con él (con Festo) a Cesarea y allí presentasen sus acusaciones contra Pablo. En Cesarea, por tanto, tuvo lugar una nueva vista, con acusaciones de los judíos y autodefensa de Pablo. Y cuando Festo, que como recién llegado al cargo deseaba congraciarse con los judíos y al mismo tiempo hacer justicia a Pablo, le preguntó a éste si quería subir a Jerusalén y ser juzgado allá de todas esas acusaciones, Pablo, cansado ya de tantas dilaciones y temeroso también de las intenciones de los judíos, le respondió: “Estoy ante el tribunal del César; y en él debo ser juzgado. Ninguna injuria he hecho a los judíos, como tú bien sabes. Si he cometido alguna injusticia o crimen digno de muerte, no rehuso morir. Pero si no hay nada de todo eso de que me acusan, nadie puede entregarme a ellos. Apelo al César”. Con dicha apelación, Pablo estaba haciendo uso de los derechos judiciales de su ciudadanía romana, en concreto del “ius appellationis” o derecho de apelación en última instancia a la justicia directa del emperador en aquellos casos que podían implicar la pena capital. De este modo, él mismo sustraía su proceso de las autoridades religiosas judías, por lo que Festo, tras deliberar con sus consejeros, respondió a Pablo: “Bien. Has apelado al César. Pues al César irás”. La apelación, en efecto, tenía que seguir su curso según el procedimiento judicial romano. En consecuencia, algunos días después, entregaron a Pablo y a otros presos en manos de un centurión llamado Julio, de la cohorte de Augusto, y de un grupo de soldados a su mando, y se embarcaron rumbo a Italia. Ya en Roma, a Pablo se le permitió residir en una casa alquilada por sus correligionarios cristianos, con un soldado que tenía el encargo de custodiarle. Allí recibió las visitas de numerosos cristianos de la capital. Convocó también a las personalidades judías de Roma y les explicó su caso (seguramente los judíos de Roma todavía no habían recibido instrucciones concretas de los judíos de Jerusalén sobre este asunto); y en otras reuniones con ellos les expuso la doctrina cristiana, pero en general a estos judíos no logró convencerles. Pablo gozó durante casi 3 años (59-61) de una libertad vigilada que le permitió predicar y evangelizar en la capital romana; pero en ese punto acaba el relato sagrado de los Hechos de los Apóstoles, sin suministrar ningún dato acerca del desenlace del proceso judicial de Pablo.

    Editado 1 vez. Última edición: 2017-07-23 22:52:19

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    • #91

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 91]
    ¿Fue Pablo absuelto en este proceso judicial? El pretor que debía fallar la causa era Afranio Burro, hombre de gran rectitud y amigo del filósofo Séneca (ambos habían sido preceptores de Nerón, y ambos serían obligados después a envenenarse por orden de éste). Por otro lado, no conviene olvidar que los judíos de Roma llegaron a tener mucha influencia en el círculo del emperador durante esos años. La madre de Nerón, Agripina, probablemente era filojudía, aunque había muerto (había sido desterrada y asesinada en el año 59 por orden de su hijo, Nerón, que envió a un centurión para que la matara). Pero la nueva esposa del emperador, Popea Sabina, parece ser que también profesaba la religión judía o que favorecía abiertamente a los judíos. Nerón se casó con ella tras repudiar a su mujer Octavia, a la que hizo desterrar y luego matar, acusándola falsamente de adulterio. Nerón estuvo muy enamorado de Popea al principio, pero también ella caería víctima finalmente de la crueldad mental maniacodepresiva del emperador, unos años más tarde. El caso es que por esas fechas, de la estancia de Pablo en Roma, no es nada improbable que los judíos de la capital imperial (instigados por los de Jerusalén) influyesen para que el proceso se dilatara y Pablo continuase en prisión. Pero según se desprende de un escrito enviado por Pablo al discípulo Timoteo, parece evidente que Nerón lo declaró inocente y lo puso en libertad (Segunda epístola de Pablo a Timoteo, capítulo 4, versículos 16 y 17).

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    • #92

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 92]
    Entretanto, en Judea, Porcio Festo había muerto en el cargo al final del año 61, no mucho después de la partida de Pablo hacia César. Sólo ejerció su mandato durante dos años aproximadamente, pero, según Josefo, se destacó por haber suprimido a los bandidos terroristas conocidos como los sicarios (varones de puñal), y trató por otros medios de hacer que se cumpliese la ley romana. En comparación con la opresiva administración de Félix, en términos generales, la de Festo se consideró positiva. Murió mientras todavía estaba en funciones, y le sucedió Albino. En el interregno de la muerte de Festo, y antes de la llegada del nuevo procurador, Albino, hubo un intervalo de tiempo de gran anarquía en Jerusalén. En dicho intervalo, el sumo sacerdote que antes había acosado a Pablo, Ananías (Anano, Anán o Anás), hijo del Anás mencionado en los evangelios, empleó de nuevo a las bandas de sicarios contra sus enemigos, e hizo asesinar al prominente discípulo cristiano Santiago, hermano materno de Jesús el Nazareno y “columna espiritual” para sus hermanos de fe de Jerusalén en aquel entonces. El historiador Josefo explica que durante el intervalo entre la muerte del gobernador Festo y la llegada de su sucesor, Albino, el sumo sacerdote Anán (Ananías) “reunió el Sanedrín, llamó a juicio al hermano de Jesús (el denominado Cristo) cuyo nombre era Jacobo (o Santiago), y con él hizo comparecer a varios otros, los acusó de ser infractores a la ley y los condenó a morir apedreados” (Antigüedades judaicas, libro XX, capítulo IX, sección 1). Es posible que durante ese momento histórico quedara bastante mermada la actividad apostólica en Jerusalén, que hasta entonces había sido el centro directriz de la evangelización y de la actividad cristiana de todos los grupos de seguidores de Jesucristo del primer siglo de nuestra era en todo el mundo conocido o influenciado por la cultura romana. El testimonio de Eusebio de Cesarea, en su Historia Eclesiástica (volumen III), aunado al texto bíblico de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 21, versículo 18, permiten suponer que entre los años 56 y 66 hubo una cuasi completa ausencia en Jerusalén de los apóstoles de Jesucristo que todavía vivían. El historiador Eusebio informó que “antes del año 66 los apóstoles sufrieron mil asechanzas de muerte y fueron expulsados de la tierra de Judea. Sin embargo, con el poder de Cristo dirigieron sus pasos hacia todas las naciones para enseñar el mensaje”. Las sagradas escrituras parecen armonizar con lo que Eusebio dice. Por ejemplo, para el año 62, el apóstol Pedro se encontraba en Babilonia, lejos de Jerusalén, como se desprende de su primera epístola, capítulo 5, versículo 13. De todas formas, desde el año 56 hasta probablemente el 66, un cuerpo de cristanos maduros (no apóstoles) debió seguir activo en Jerusalén y así proveer algunas directrices, junto con algunos apóstoles sobrevivientes dispersos por las naciones (como Pedro, Pablo y quizás también Juan), para el resto internacional de los discípulos de Cristo.

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    • #93

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 93]
    Cuando llegó a Judea el nuevo procurador Albino, sobre el año 62, hasta el año 64, El rey Agripa II, que aunque no reinaba en Judea tenía la potestad de ejercer la superintendencia del Templo de Jerusalén, se puso de acuerdo con el nuevo procurador romano y destituyó al sumo sacerdote Ananías a causa de sus crímenes, sin tomar mayores medidas contra él. Pero hacia el comienzo de la gran sublevación judía de los años 66-70, parece que ciertos elementos de la población hebrea persiguieron a Ananías debido a su colaboración con las autoridades romanas, y, aunque se escondió en un acueducto, lo descubrieron y lo mataron. En cuanto al procurador Albino, éste cayó pronto en la corrupción, aumentó considerablemente los impuestos, y las bandas de zelotes y sicarios proliferaron a sus anchas en Judea. Muchos de esos bandidos, capturados por los consejos locales o por los anteriores procuradores, salían fácilmente de la cárcel mediante el pago de un rescate; y sólo aquéllos cuya familia o correligionarios no daban dinero permanecían presos. De este modo, las bandas de sicarios más y mejor organizadas proseguían sus ajustes de cuentas y sus crímenes con total impunidad. Entre los personajes influyentes y poderosos de la sociedad judaica, cada uno organizaba su propia banda para su servicio personal, y Albino cobraba su parte de todos ellos. Dice el historiador Josefo en su obra “La guerra de los judíos”, volumen II: “Los poderosos se atrajeron a Albino con dinero, de tal manera que les concedió impunidad para realizar sus actos subversivos y el sector del pueblo al que no le gustaba estar en paz se unió al grupo de cómplices de Albino. Cada uno de estos criminales tenía a sus órdenes una banda que dirigía como un jefe de bandidos o como un tirano, y se servía de sus hombres para hacer saqueos entre la gente honrada. Como consecuencia de ello las víctimas de estos atropellos no decían nada sobre unos hechos que tendrían que causarles indignación, mientras que los que aún no habían sido afectados, por miedo a que a ellos les pasara lo mismo, adulaban a esta gente, que merecía ser castigada. En resumen, en ningún sitio se podía hablar con libertad, en muchos aspectos existía una tiranía y las semillas de la futura destrucción habían sido esparcidas por entonces por la ciudad”. Pero el terror en Judea no había hecho más que empezar. Cuando Albino fue sustituido en el año 64 por el procurador Gesio Floro, puede decirse que el “problema judío” entró en la recta final, que llevó a la gran sublevación del año 66 y poco después a la catástrofe definitiva.

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    • #94

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 94]
    En el año 64 ocurrió en Roma un trágico suceso aparentemente fortuito, a saber, un devastador incendió que destruyó varias barriadas de la ciudad. Aunque se hubiera originado de modo accidental, el populacho quería responsables y culpables, y empezaron a correr rumores de que se había visto a cuadrillas de individuos atizando las llamas y de que los “marineros-bomberos” de la cohorte urbana contra incendios actuaron con manifiesta negligencia. Se acusaba, por otro lado, al propio Nerón, cuya megalomanía urbanística y sus deseos de reurbanizar la ya congestionada Roma eran de todos conocidos. También se inculpaban a los comerciantes sirios y judíos, de algunas de cuyas tiendas se decía que pudo partir el foco originario del incendio. Parece ser que la emperatriz filojudía Popea y otros allegados suyos del círculo imperial neroniano consiguieron desviar las sospechas que recaían sobre los judíos y pronto encontraron unos culpables más apropiados: los cristianos de Roma. Los agentes neronianos se encargaron de esparcir la calumnia entre la plebe romana y se desencadenó poco después una violenta persecución en la que fueron detenidos centenares de cristianos de toda edad y condición social, los cuales, para complacer las ansias de venganza y los bajos instintos de la plebe, fueron arrojados a las fieras en el anfiteatro (vestidos con pieles de animales y expuestos a hambrientos perros de presa) o crucificados y embadurnados de pez e incendiados para que sirvieran de luminarias en los jardines imperiales que el propio Nerón prestó para la ocasión. En esta persecución local, circunscrita tan sólo a la ciudad de Roma según parece, la propia tradición cristiana sugiere que perecieron también dos de las principales columnas de apoyo de la comunidad cristiana global, esto es, Pablo (año 65), decapitado en la prisión en la que se encontraba tras ser nuevamente detenido, y el anciano Pedro, que fue crucificado.

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    • #95

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 95]
    Ante la terrible persecución que sufrieron los cristianos primitivos de Roma en los años 64 y 65, a causa de la cual posiblemente murieron centenares de ellos, cabe preguntarse si en verdad tuvieron alguna clase de protección divina o, si por el contrario, al igual que los judíos palestinenses, fueron abandonados a su suerte. La evidencia histórica y documental que tenemos a nuestra disposición indica que los cristianos de Roma, en conjunto, permanecieron fieles a la guía divina en aquellos fatídicos tiempos. Por ejemplo, Tácito (56-120 de nuestra era) tendría unos 7-8 años de edad cuando ocurrió el gran incendio de Roma (julio del 64), el cual duró 6 días y quemó más de la cuarta parte de la ciudad. Por lo que se sabe, debió criarse en la Galia Narbonense (provincia romana cuyo territorio se extendía, aproximadamente, desde los Pirineos hasta Marsella), de familia aparentemente ecuestre (relacionada con la caballería imperial) y de parientes cercanos con cargos importantes, tal vez de procuraduría de la Galia belga en algún caso. Cornelio Tácito, más exactamente, llegó a ser historiador, senador, cónsul y gobernador en el Imperio romano. Sus obras más importantes son Los Anales, Las Historias, Germania y Agrícola, y sus referencias a Cristo y a los cristianos se encuentran fundamentalmente en Los Anales. Hacia el año 77 inició su carrera política, que habría de ser muy regular, y él mismo cuenta en “Las Historias” que la comenzó con Vespasiano y que fue favorecida sucesivamente por Tito y por Domiciano. Su obra “Los Anales” fue escrita quizás entre los años 114 y 119, es decir, en fecha cercana a la muerte del autor; y en ella se narra la historia de los césares desde Augusto hasta Nerón, un total de 54 años (desde la muerte de Augusto, en agosto del 14, hasta la muerte de Nerón, en junio del 68). Como género historiográfico, Los Anales se caracterizan por referirse a hechos alejados del tiempo vivido por su autor. Por lo tanto, esta obra viene respaldada por un gran trabajo de documentación e investigación escrita y oral por parte de Tácito, lo cual no excluye que éste estuviera bastante influenciado por la mala opinión general y popular que existía en todo el imperio romano acerca de los cristianos, especialmente porque la obra se comenzó a escribir durante el reinado del anticristiano emperador Trajano.

    Editado 1 vez. Última edición: 2017-07-26 14:17:39

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    • #96

    Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 96]
    Desde su orientación anticristiana, Tácito, tratando de ser un historiador objetivo pero teniendo que recurrir en algunos casos a fuentes tendenciosas que presentaban una visión distorsionada de la realidad, sobretodo en lo referente a Cristo y a sus seguidores, escribió hacia el año 116, en una página de su obra final, Los Anales, libro 15, capítulo 44, hablando del gran incendio de Roma en julio del 66: “En consecuencia, para deshacerse de los rumores (se sobreentiende: Rumores populares que acusaban al emperador), Nerón culpó e infligió las torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, quienes eran llamados cristianos por el populacho. Cristo, de quien el nombre tuvo su origen, sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y la superstición muy maliciosa, de este modo sofocada por el momento, de nuevo estalló no solamente en Judea, la primera fuente del mal, sino incluso en Roma, donde todas las cosas espantosas y vergonzosas de todas partes del mundo confluyen y se popularizan. En consecuencia, el arresto se hizo en primer lugar a quienes se declararon culpables; a continuación, por su información, una inmensa multitud fue condenada, no tanto por el delito de incendiar la ciudad como por su odio contra la humanidad (se sobreentiende: La multitud condenada, evidentemente a muerte de martirio, estaba formada por cristianos, a los que calumniosamente se les atribuía el epíteto de “odiadores de la humanidad” por el simple hecho de que no participaban en las habituales inmoralidades y perversiones del populacho)”. Los estudiosos consideran que la referencia de Tácito a los cristianos establece tres hechos independientes sobre la Roma del tiempo de Nerón: La existencia de un número considerable de cristianos en Roma, que era posible distinguir entre los cristianos y los judíos en Roma y que los paganos de la época hicieron una conexión entre el cristianismo en Roma y su origen en la Judea romana.

    Editado 2 veces. Última edición: 2017-07-26 21:13:12

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    • #97

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 97]
    Nerón logró su propósito de evadir los rumores acusatorios que se levantaron contra él por medio de culpar a los cristianos de la destrucción incendiaria de Roma, pero curiosamente nunca los proscribió ni prohibió la práctica de la religión cristiana en el Imperio. Por lo tanto, cabe preguntarse porqué fueron tan cruelmente perseguidos por los romanos. El historiador Will Durant ofrece la siguiente respuesta: “Porque las pequeñas comunidades cristianas, con su piedad y su decoro, constituían una constante censura para el mundo pagano ávido de placeres”. En efecto, el contraste entre el cristianismo altruísta y el derramamiento gratuíto de sangre en los combates de gladiadores difícilmente podía ser más grande. En consecuencia, la plebe romana no podía perder esa oportunidad de librarse de los cristianos y de este modo acallar su conciencia. Además, los romanos creían que una de las razones de su poderío militar, prácticamente invencible, era la adoración que ellos profesaban a todas las deidades. Por este motivo, se les hacía difícil de comprender y admitir la exclusividad del monoteísmo cristiano y su rechazo a todos los demás dioses, incluida la adoración al emperador. No es de extrañar que Roma viera en el cristianismo, pues, una influencia que podía socavar los mismísimos fundamentos del Imperio.

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    • #98

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 98]
    La persecución que se levantó contra los cristianos en Roma, en los días de Nerón, alcanzó niveles de verdadera ignominia. Tácito también informó al respecto: “Los cristianos murieron por métodos de burla; algunos fueron cubiertos con pieles de bestias salvajes y entonces despedazados por perros, algunos fueron clavados en postes de madera, algunos fueron encendidos como antorchas para iluminar de noche. Aunque fueran culpables y merecieran los máximos castigos (se sobreentiende: Tácito presuponía alguna clase de culpabilidad por parte de los cristianos debido a los falsos rumores y calumnias que acerca de los mismos hicieron correr judíos y filojudíos, y los cuales rumores y maliciosos testimonios pronto fueron asimilados y aceptados por los plebeyos romanos debido a los remordimientos de conciencia que sus inmoralidades les producían al atisbar la muda y sutil denuncia de la conducta pura y sana de los cristianos), provocaban la compasión, ante la idea de que perecían no por el bien público, sino por satisfacer la crueldad de uno solo (se sobreentiende: De Nerón)”. Por consiguiente, cabe preguntarse: ¿De qué manera fueron bendecidos y protegidos por Dios aquellos cristianos primitivos, dado que murieron en olor de gran indignidad y vejación por causa de su fidelidad a la guía divina?

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    • #99

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 99]
    Para poder responder a esta pregunta, primero tenemos que reflexionar en cómo fue la muerte del fundador del cristianismo, Jesús de Nazaret. Los evangelios informan claramente que Jesucristo padeció una muerte ignominiosa y vejatoria; una muerte que, a los ojos del propio procurador Poncio Pilato (quien trató infructuosamente de librarlo de ella), era del todo injusta. Pero el Maestro había dicho previamente a sus discípulos: “Miren. Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos (se sobreentiende: Sin intenciones retorcidas) como palomas. Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades, los golpearán en las sinagogas y hasta los presentarán ante gobernadores y reyes por causa mía (se sobreentiende: Por el motivo de ser obedientes a la guía divina dada mediante Cristo Jesús); así podrán dar un testimonio de mí delante de ellos y de los paganos (se sobreentiende: Dios permitiría esta situación adversa para los cristianos a fin de que éstos pudieran hablar del Evangelio, o Buenas Nuevas, a personas de alto rango gubernamental y social). Pero cuando los entreguen a las autoridades, no se preocupen ustedes por lo que han de decir o cómo han de decirlo, porque cuando les llegue el momento de hablar, Dios les dará las palabras (se sobreentiende: Esto confirma la importancia de ese habla testimonial que los cristianos habrían que emitir delante de gobernantes y reyes, al objeto de que esas personas de alto nivel social fueran informadas acerca del Dios verdadero, de su guía y de sus designios o propósitos). Pues no serán ustedes quienes hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes. Los hermanos entregarán a la muerte a sus hermanos, y los padres a sus hijos; y los hijos se volverán contra sus padres y los matarán (se sobreentiende: Aquí se advierte de que vendrían situaciones en las que los familiares allegados de algún cristiano serían los primeros en repudiarlo por su fe y en desear su muerte o en matarlo directamente). Todo el mundo los odiará a ustedes por causa mía; pero el que se mantenga firme hasta el fin, se salvará (se sobreentiende: Hacia el fin del primer siglo de nuestra era, el cristianismo se había extendido por todo el mundo conocido, pero la gran mayoría de los humanos lo rechazaban y lo odiaban, puesto que obraba como una conciencia colectiva molesta que hacía resaltar la impiedad de la gente en general; no obstante, en aquel entonces, todo cristiano que deseara salvarse, o ser aprobado por Cristo, debía mantener su fidelidad a la guía cristiana hasta el fin de su vida). Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; pues les aseguro que el Hijo del hombre vendrá antes de que ustedes hayan recorrido todas las ciudades de Israel (se sobreentiende: La sagrada escritura conecta la Venida del Hijo del hombre, o Segunda Venida de Cristo, con una época de juicio final, de manera que las palabras proféticas precedentes parecen referirse a la víspera del fin del mundo, todavía en el futuro. Además, en efecto, todo parece indicar que los cristianos primitivos no tuvieron tiempo de recorrer todas las ciudades palestinenses antes del final calamitoso y definitivo que le sobrevino a Jerusalén en el año 70; y al presente tampoco parece que la situación sociopolítica de la actual zona palestinense permita que este enclave geográfico pueda ser fácilmente recorrido con el mensaje de las buenas nuevas acerca de Cristo)” (Evangelio según Mateo, capítulo 10, versículos 16-23; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #100

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 100]
    Otro pasaje sagrado clave, que pudiera permitirnos responder a la pregunta anterior, es el siguiente: «La madre de los hijos de Zebedeo, junto con sus hijos, se acercó a Jesús y se arrodilló delante de él para pedirle un favor. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres?”. Ella le dijo: “Manda que en tu reino uno de mis hijos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda” (se sobreentiende: Esta mujer, que pudiera haber sido pariente más o menos lejana de Jesucristo o amiga de su familia, conocedora de las profecías mesiánicas al igual que la mayoría de los judíos de aquel tiempo, puesto que se leían y se comentaban en las sinagogas, sabiendo de los milagros del Maestro de Nazaret y de cómo su genealogía lo hacía descendiente de David y por ende un candidato al trono de Israel, estaba convencida de que Jesucristo sería el rey mesiánico del prometido reino de Dios, o el gran monarca perteneciente a la descendencia de Abrahán y que consecuentemente traería bendiciones y liberación a Israel y a todas las naciones de la Tierra que mostraran buena voluntad; por eso se apresuró a pedir a Jesús un favor especial para sus dos hijos Santiago y Juan, quienes formaban parte de los 12 apóstoles escogidos). Jesús contestó: “Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber el trago amargo que voy a beber yo?” (se sobreentiende: En otras partes de la sagrada escritura se presenta al Mesías como un gobernante justo, de probada fidelidad a la guía divina; y tal aprobación le sería concedida tras sobrepasar exitosamente una muerte de mártir; y algunos doctos bíblicos relacionan esta admirable acción de fidelidad del Mesías frente a una muerte ignominiosa con el sacrificio que Dios le pidió a Abrahán concerniente al ofrecimiento de su hijo Isaac en holocausto, el cual no llegó a materializarse debido a la compasión divina hacia el patriarca, pero que sí se materializó en el caso del Padre para con su Hijo en el interés del rescate de la humanidad del pecado y la muerte). Ellos dijeron: “Podemos”. Jesús les respondió: “Ustedes beberán este trago amargo (se sobreentiende: La mayoría de los apóstoles sufrieron muertes de mártires, y esta suerte se extendió también a muchos cristianos primitivos, como los cristianos romanos de la época de Nerón), pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo, sino que se les dará a aquéllos para quienes mi Padre lo ha preparado (se sobreentiende: Como bien apuntó el apóstol Pablo, los cristianos que permanecieran fieles ante una muerte de mártir, o que aguantaran fieles hasta el fin de sus vidas, recibirían una corona simbólica de autoridad sobre las gentes de las naciones tras el juicio final, y era muy necesario que los merecedores de tal corona hubieran sido refinados hasta el límite, a fin de tener la garantía de que no llegarían a tiranizar a nadie desde su puesto de autoridad)”. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se enojaron con los dos hermanos (se sobreentiende: En aquellos momentos, los apóstoles eran seguidores inmaduros de Cristo, con pretensiones de jefatura mundanal o alejada de la norma divina; de ahí que todos ellos necesitaran duras pruebas de refinamiento en sus puntos de vista afectados por la cultura religiosa farisaica). Pero Jesús los llamó, y les dijo: “Como ustedes saben, entre los paganos los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás; y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser su esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por una multitud”» (Evangelio según Mateo, capítulo 20, versículos 20-28; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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