Envíar a un amigoUn cazador, acosado por la sed, se decidió a acercarse a una mugrienta cabaña donde ya suponía
que no podía encontrar nada bueno ni agradable.
Pero lo que vio todavía fue peor de lo que había imaginado: una vida repugnante viviendo amontonada con
una caterva de chiquillos andrajosos, mocosos, piojosos, y otras cosas más que repugna sólo decirlas.
Lo malo de todo esto era que todos debían en el mismo jarro de agua, cosa que pudo comprobar el cazador
en los escasos segundo que llevaba dentro de la choza. No obstante esto, y como la sed era ya insoportable,
decidió correr el riesgo y tomó la vasija. Observó entonces que en un lado de la boca de la vasija
había un trozo desportillado, y aprovechó la ocasión: él debería aplicando sus labios donde,
con seguridad, nadie de la familia los aplicaba.
Mas cuando terminó de beber, la vieja le dijo, sonriendo con aprobación:
-Ya veo que también usted sabe que el agua sabe más fresca bebiendo por el trozo desportillado.....
Es por ahí por donde bebemos todos nosotros.