Paraíso Nocturno

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    Paraíso Nocturno

    Raúl había trabajado por mucho tiempo sin descanso y finalmente obtuvo su recompensa, de sólo 34 años había logrado escalar rápidamente a fuerza de no tener vacaciones y trabajar horas extras hasta que al fin logró lo que buscaba, un traslado al sur del país, gastos pagados, trabajo seguro, aumento de sueldo y lo que más anhelaba, una casa en el campo. Para esto había dejado su alma y cuerpo en la oficina y ahora que lo había logrado podía relajarse, podría decirse que el objetivo de su vida había sido conseguir aquella casa que vio hacían años cuando tras graduarse de la universidad viajó de vacaciones y la encontró por casualidad. Quedó inmediatamente enamorado de aquella casa y se juró que no descansaría hasta obtenerla. Pagó a sus dueños más del doble del coste de la casa al contado y se mudó inmediatamente, ahora tendría meses para disfrutarla en pleno ya que cobró todas las vacaciones que le adeudaba su empresa.
    Pero ¿Qué fue lo que lo atrajo tan irremediablemente de la casa?, al menos él no lo sabía, quizás era el todo en su conjunto. Una casa grande, de madera y bien cuidada de estilo alemán como lo son comunes en el sur de Chile, con tejas de madera cuidadosamente barnizadas sin mostrar deterioro alguno por las lluvias comunes del lugar, además un pequeño arrollo pasaba por su costado donde una rueda de molino giraba apaciblemente al ritmo del canto del agua. El jardín cuidado con maestría era cruzado por un angosto camino de piedras verdes y azuladas que iba desde la verja hasta la entrada de la casa, iluminado suavemente durante la noche por pequeñas lamparitas que se recargaban durante el día con energía solar y que se intercalaban cada 4 metros una a la izquierda y otra a la derecha, todo el jardín cubierto por un césped cortado a la perfección, además la verja de entrada estaba finamente custodiada por aromáticos cardenales y el caminito rodeado de las más diversas flores que durante la noche impregnaban el ambiente con su perfume. Además de todo esto la casa contaba con un amplio patio trasero donde crecían tanto flores como árboles frutales y de sombra, lo que unido al permanente aroma a tierra húmeda daba al ambiente un formidable perfume de paz. Lo mejor de todo era que al fondo del patio había una pequeña verja con una simple puerta de madera sin seguro la cual daba a un espeso bosque pluvial que se perdía en los cerros circundantes, eso era el mayor encanto que le encontraba a aquella casa de la cual se había enamorado, sin contar de que se encontraba a 10 minutos en automóvil de la carretera por un camino de tierra cercado por enormes árboles custodios y una que otra casa.
    La mudanza duró unos 10 días en los cuales solo paró para dormir y comer, luego simplemente se dedicó a descansar plácidamente en el patio en una hamaca que instaló entre dos manzanos, y los días de lluvia se sentaba cómodamente en el porche de la casa con un tazón de café o chocolate caliente a observar la caída del agua. Fue una noche excepcionalmente calurosa del segundo mes en el lugar cuando lo sintió por primera vez, entre sueños acalorados escuchó una suave música de flauta que el viento tibio colaba por la ventana abierta, despertó amodorrado y a medida que sus sentidos se aguzaban la música se fue desvaneciendo hasta que solo oyó el viento, pensando que lo había soñado se encogió de hombros y volvió a dormir. Al otro día después del desayuno salió a su habitual ronda por el patio y se encontró sorprendido por un círculo casi perfecto de hongos que se encontraba al fondo casi tocando la verja que daba al bosque, sonrió ante el extraño fenómeno y luego de sacarle un par de fotografías continuó con lo de siempre, esa tarde mientras se preparaba un té recordó casi al azar que alguna vez leyó en algún lugar sobre los anillos de hadas recordando entonces también la extraña música soñada durante la noche, se quedó boquiabierto durante unos segundos para luego descartar sus extraños pensamientos con un movimiento de mano mientras se servía una generosa taza de té.
    Dos días después, durante la noche, volvió a escuchar aquella melodía, esta vez fue más clara a su oído y demoró un par de segundos más en esfumarse del aire por lo que le pareció a Raúl que aún la escucho un breve instante ya estaba completamente despierto, al otro día un nuevo anillo de hadas apareció cerca del bosque, ésta vez eran unas setas rojas bastante grandes como para haber aparecido en una sola noche. Raúl miró entre inquieto y maravillado el anillo y el bosque alternativamente, ahora estaba mucho más seguro de que algo sucedía en aquel lugar.
    Los siguientes dos días con sus noches cayó una suave lluvia que llenó el ambiente con el suave aroma de tierra mojada y nada pasó entonces. Al atardecer del tercer día, cuando la lluvia ya había cesado y el cálido sol del día había secado lo suficiente el pasto, Raúl se tendió en la hamaca y meciéndose se quedó dormido arrullado por el viento y el trinar de los pájaros. Despertó entrada ya la noche y se sorprendió de oír claramente la música que parecía provenir del bosque, era una música clara y alegre, y esta vez arpas acompañaban a las flautas además de voces y risas femeninas, todo lo cual parecía provenir del bosque. Raúl se giró silenciosamente para tener el bosque a la vista y se sorprendió de ver una multitud de luciérnagas que volaban entre ramas y troncos de los primeros árboles, jamás había visto un paisaje tan espectacular, parecía como si tras su casa hubiera un bosque de árboles navideños cuyas luces volaban y se intercambiaban de árbol en árbol. Rápidamente se incorporó para ir a buscar su cámara, pero en ese momento las luciérnagas se esfumaron, como si todas se hubieran apagado al mismo tiempo, y en el aire quedó sonando una última risa antes de que todo quedara en silencio.
    Al día siguiente Raúl no salió de su casa por toda la mañana y parte de la tarde, la certeza de que algo especial ocurría en aquella casa le taladraba la mente y se quedó la mayor parte del día en su pequeño estudio investigando por internet, en busca de casos similares o explicaciones de qué se podía tratar, ya a media tarde dejó la habitación algo mareado por una búsqueda infructuosa y se decidió a buscar pruebas de lo que sucedía, preparó su cámara y dedicó el resto de la tarde a descansar porque no pensaba dormir aquella noche. Al anochecer, mientras el ocaso teñía de naranja el cielo y las siluetas de los árboles se recortaban negras sobre los últimos rayos del sol, Raúl salió en dirección a la hamaca con la cámara en una de sus manos y un termo de café bien cargado en la otra, dispuesto a desafiar el sueño y el frío otoñal para documentar lo que pasaba.
    Arrebujado en una gruesa frazada se instaló en la hamaca y esperó lo que le parecieron horas, llevaba ya dos tazas de café y debía ser alrededor de media noche cuando comenzó a ver destellos fugaces entre los árboles, minúsculas luciérnagas que con un volar errante comenzaban a aparecer, al principio dos o tres, luego diez, luego quince, luego treinta y así, comenzó a llenarse el bosque de una vida extraña y casi sobrenatural, mientras una melodía aún más alegre que la anterior comenzaba con flautas, arpas, tambores y panderos, las risas se oían como si se encontraran casi en los lindes del bosque, solo unos árboles más allá de donde llegaba la vista de Raúl. Al corazón de Raúl latía de emoción, esto era más maravilloso que la noche anterior, un corro de luciérnagas volaba en círculo sobre las copas de los árboles produciendo un extraño “anillo de hadas” aéreo. Raúl sacó rápidamente la cámara y comenzó a sacar fotos del fenómeno, fue entonces cuando de reojo vio una lucecilla que se paseaba cerca de su hombro derecho, se giró lentamente y lo que vio le quitó el aliento. Una pequeña hada o duendecilla se posaba delicadamente sobre el termo de café, le recordaba en cierta medida a Campanilla de Peter Pan, pero su cuerpo era etéreo y brillante, además andaba desnuda y no poseía esas alas de insecto con que dibujaban a la de Disney, ésta flotaba simplemente, parecía ser que su cuerpo etéreo era más ligero que el aire y podía dirigirse donde quisiera sin problemas. La cámara cayó de las manos de Raúl mientras miraba fijamente a la hada, ésta sobresaltada por el ruido de la cámara al caer alzó el vuelo, quedó flotando unos momentos hasta que se dio cuenta de que Raúl la miraba fijamente, entonces el hada le sonrió y se alejó lentamente hacia el bosque con una sonora risa, Raúl la siguió con la mirada hasta que ésta se detuvo y se volvió a mirar a Raúl, quedó allí como esperando, ¡Quería que Raúl la siguiera!. Tambaleándose Raúl se incorporó, la música esta vez no se detuvo, se dirigió hasta el hada y ésta flotó nuevamente cruzando la verja hacia el bosque y deteniéndose nuevamente del otro lado, una multitud de pequeñas hadas se unieron ahora y todas esperaban a Raúl en el bosque. A medida que Raúl se les acercaba éstas se alejaban y esperaban más allá, también se alejaba la música pero ya no desaparecía. Raúl entró al bosque al que hasta ahora no había entrado, parecía cegado por las hadas y su música y las seguía sin vacilar. Se encontró caminando entre hayas y robles, arbustos cuyas bayas rojas parecían resplandecer en la oscuridad como pequeñas lámparas que le iluminaban el camino entre troncos y piedras con una suave alfombra de musgo, aquí y allá en troncos de árboles y entre el húmedo musgo crecían setas enormes que también iluminaban el camino con un pálido resplandor, parecía un paisaje salido de un cuento de hadas, y bueno… ¿no eran acaso hadas las que Raúl perseguía con tanta determinación?.
    Caminó por lo que le parecieron horas, cruzó el arrollo que pasaba por su casa y siguió caminando, y las hadas siempre delante de él, fuera de su alcance pero invitándolo a seguirlas. Finalmente llegó a un pequeño claro en el bosque donde el musgo y el pasto tapizaban el suelo, en el centro las hadas bailaban en un circulo de setas, un anillo de hadas, bailaban en círculos, subiendo y bajando en lo que parecía un tornado de luz, y la música provenía de allí. Raúl se sentía pequeño, con una alegría en el pecho que parecía le haría estallar el corazón, quería bailar junto con las hadas que cada vez parecían hacerse más grandes… ¿o él se hacía más pequeño? Su cuerpo se sentía liviano, parecía que podía volar… la verdad ¡ya estaba volando! No lo pensó más y voló hacia el círculo y sin darse cuenta de que su cuerpo ahora era tan etéreo como el de las hadas se unió al baile de las hadas.
    Meses después cuando no volvió al trabajo lo declararon desaparecido, la policía fue hasta su casa donde el pasto seguía igual de corto y cuidado, donde las flores seguían tan alegres como siempre, y donde los árboles crecían y parecían podados recientemente. Lo único que encontraron fue una manta, un termo y una cámara de fotos abandonados junto a una hamaca, al revisar la memoria de la cámara solo encontraron fotos de noche sin flash a lo que parecía ser el bosque, apenas se notaba el contorno de los árboles contra el cielo estrellado, y más allá un par de fotos de un extraño circulo de setas.

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    maximus
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    • #2

    http://24.media.tumblr.com/tumblr_lf7lmxZHlC1qc6n7jo1_400.jpg

    Editado 1 vez. Última edición: 2012-02-14 17:22:36

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    aieruska
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    • #3

    interesante o.o buena historia :)

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