El Pabellón Nº 13

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    El Pabellón Nº 13

    "La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido."
    Howard Philips Lovecraft



    Dicen que estoy loco, pero no es cierto. Dicen que todo fue producto de mi imaginación, que no existe el pabellón nº 13, pero yo digo que si existe, y que cuando estuve allí mi mente estaba más lúcida que nunca.
    Se contaba y aún se cuenta la vieja historia de un pabellón en el viejo Sanatorio de la Cruz en el pueblo de San Anselmo en pleno desierto de Atacama, en éste pabellón, el nº 13, se guardaban muestras biológicas de todo tipo, siendo en su mayoría fetos deformes conservados en formol, así como algunos miembros amputados e incluso, cuando hacía falta, se utilizaba como improvisada morgue. Se dice que a finales de 1915 llegó al pueblo un joven médico inglés quien destinado a las salitreras decidió quedarse en este pueblo, próspero en aquél entonces, su nombre no cambia con las distintas versiones de la historia, Howard Phillips conocido en el pueblo como Mr. Phillips o simplemente como el Míster, ganó rápidamente un puesto en aquel sanatorio pues contaba con un envidiable conocimiento de anatomía y patología humana, sin embargo se dice que en vez de dedicarse a la medicina curativa usó su carisma y conocimientos para ser destinado al pabellón nº 13 en un puesto más científico e investigativo. La historia continúa con una supuesta locura de aquél médico, la cual lo volvió paranoico y desconfiado, se pasaba todo el día encerrado en aquel pabellón saliendo sólo para conseguir comida y algunas malas lenguas insinúan que también salía por la noche pues en aquel tiempo habrían comenzado a suceder extraños sucesos en el cementerio local, profanaciones cometidas por el médico loco dicen algunos. Se dice que para finales del año 1918 era raro ver al doctor y que quienes lograran alguna vez verlo lo oían desvariar palabras sin sentido generalmente en inglés, o estallaba de repente en una risa estruendosa descrita como psicótica. A veces se le veía vagar sin rumbo muy entrada la noche aunque nunca nadie lo siguió por miedo, de ahí que nadie pudiera asegurar nunca que fuera él quien cometía las profanaciones. Finalmente el 13 de Mayo de 1919 dicen que se oyó un estrépito en el pabellón, un grito que muchos acertarían a identificar con Mr. Phillips y sin embargo otras personas dirían que fue más de un grito, que el Míster no estaba solo en el pabellón y que alguien (o algo) gritó junto con él mientras se oían golpes, vidrios rotos, mesas que recorrían todo la sala con una velocidad y violencia increíble. Varios doctores y un conserje trataron de abrir la puerta pero parecía estar trancada desde dentro, y no se movió ni un milímetro cuando trataron de derribarla, por lo tanto desde fuera solo pudieron ser testigos de los gritos y destrucción en forma de sonidos, los cuales en el momento culmine cesaron tal como desaparece la llama de la vela al soplarla. El silencio, más pavoroso que los gritos, fue seguido por el inconfundible hedor a formaldehido en llamas. Sin poder abrir la puerta las llamas se expandieron y consumieron el pabellón y algunas salas adyacentes. Cuando lograron controlar las llamas vieron que tal fue la furia de estas que no se encontraron restos del médico ni de prácticamente nada que pudiera dar razón al terrible espectáculo escuchado desde fuera.
    Ésta fue la historia, una leyenda urbana de la cual me enteré en aquel entonces, y que en mi ingenuidad decidí investigar. ¿Qué mejor historia para los seguidores de mi blog sobre lo paranormal? Era una historia sugerente y fácil de verificar, en mi propio país y para la cual tendría tiempo suficiente en mis vacaciones. Sería simplemente hacer averiguaciones, ver la factibilidad de los hechos, quizás encontrar alguien a quien entrevistar que pudiera haber estado en aquel entonces, juntar todas las variables y escribir un reportaje de lujo con el que impresionar a mis lectores, si la historia real no era tan espectacular como la leyenda ya podría yo agregarle algunos detalles con mi imaginación. Era la historia perfecta.
    El primer contratiempo fue dar con el pueblo, San Anselmo no aparecía en ninguno de los mapas que yo tenía, ni tampoco en los mapas online. Temiendo un término prematuro de mi historia-aventura removí cielo mar y tierra hasta que en la Biblioteca Nacional encontré algunos viejos mapas de la época en el cual San Anselmo aparecía como un pequeño punto relativamente cerca de Antofagasta, eso sí en pleno desierto. Hube de superponer una copia del viejo mapa con un mapa actual para dar con alguna ruta aproximada hacia el pueblo, y así descubrí que ningún camino actual pasaba ni lo más remotamente cerca de aquel pueblo que ya comenzaba a odiar por su lejanía y su capacidad para serme esquivo, así que tracé mi propia ruta la cual seguiría en el Jeep que ya había pedido prestado a un amigo.
    Me preparé todo lo que pude, reservas de gasolina, agua, mi fiel Notebook y una pequeña grabadora regalo de una amiga que siempre me alentaba en mis arranques de periodista de lo desconocido. El viaje fue tranquilo hasta Antofagasta, donde me detuve a repostar gasolina y a preguntar si alguien conocía la mejor manera de llegar hasta San Anselmo, sin embargo nadie parecía siquiera reconocer el nombre de aquel pueblo. Por lo que finalmente decidí seguir el camino que ya me había trazado guiándome por viejos caminos de hacía casi 100 años. Hice rugir el motor del Jeep mientras me adentraba en el desierto siguiendo un rastro casi desaparecido de lo que alguna vez debió ser un camino muy transitado, según antigua información San Anselmo fue en su época un pueblo bastante grande, cercano a las salitreras lo hacía casi un destino seguro para obreros y capataces, y semanalmente habían varios viajes entre Antofagasta y el pueblo para reabastecerlo, me parecía entonces extraño que nadie lo conociera ahora, y fue entonces cuando una cruel idea se me cruzó por la mente haciéndome detener el vehículo en seco. Pasada la fiebre del salitre el pueblo debió decaer a tal escala que probablemente ahora me dirigía a un pueblo totalmente deshabitado… un pueblo fantasma. Revisé las reservas de gasolina y agua asegurándome que tenía lo suficiente para regresar, y tras comprobarlo me decidí a seguir mi camino hasta el final, nada perdía con intentarlo.
    Lo que encontré no lo esperaba ni en un millón de años, el pueblo fue en su tiempo central y grande, y parecía en realidad que el tiempo no había pasado, no es que solo seguía siendo un pueblo bastante grande y bastante habitado, sino que en realidad parecía que el tiempo no había pasado, calles de tierra compacta cuidadosamente limpias y liberadas de polvo, carros y carruajes tirados por caballos bien alimentados y guiados por señores impecablemente vestidos ¡A la manera de los años 20!, también unos cuantos automóviles que parecían salidos de una película de Chaplin, aunque estaban perfectamente conservados y limpios aún en un lugar rodeado por un desierto que lo llena todo de polvo. Aquí y allá en las esquinas de plazuelas verdes como un lunar en aquel desierto se paraban grupos de hombres impecables, de traje y sombrero, o bellas mujeres de ropas victorianas cubriéndose del sol con sombreros del siglo pasado y coquetos quitasoles de encajes. Me parecía haber retrocedido en el tiempo y realmente me hubiera quedado con la idea si no fuera porque no vi sorpresa alguna en ellos al ver el Jeep arribando al pueblo, era simplemente un pueblo perdido en el tiempo ¡Y qué perdido que estaba!
    Estacioné al borde de lo que me pareció era la plaza principal, bajo unos enormes Tamarugos que daban su sombra y salvarían al Jeep de convertirse en un horno caminante, lo cual sería de agradecer para mi viaje de vuelta, sobre todo para que no se recalentara el agua y la gasolina que llevaba en bidones en la parte de atrás. Descendí dudando si dejar o llevar conmigo el Notebook cuando un caballero de impecable negro y sombrero de copa se me acercó sonriendo bajo sus tupidos bigotes negros. – Buenos días mi señor – Me dijo apretando efusivamente mi mano, mientras yo boquiabierto no acertaba a decir nada y solo puse una estúpida sonrisa de circunstancias.
    - Nos es muy extraño recibir visitas por estos lugares, siéntase como en casa – Dijo sacando un hermoso reloj de bolsillo que a mí me pareció de oro, lo observó unos segundos y lo devolvió a su sitio volviendo a mirarme con su sonrisa – Ha llegado justo a tiempo.
    - ¿A tiempo para qué? Discúlpeme señor pero vengo algo apurado, la gasolina, y el agua…
    - Si si si – Me interrumpió con haciendo un gesto con la mano como si no tuviera importancia – De eso no se preocupe, tenemos alimento y agua de sobra, la gasolina no se le va a evaporar ¿o sí? – Me miraba siempre con una sonrisa aunque algo en sus ojos me inquietaba.
    - No… claro que no, pero mire yo vengo a…
    - A preguntar sobre Mr. Phillips ¿no? – Me interrumpió nuevamente.
    - ¿Cómo lo supo? – Su acierto me pilló desprevenido.
    - No podía ser de otra manera – Me dijo con una enigmática sonrisa que me pareció algo forzada. Extendió el brazo mostrándome el camino a lo que parecía el edificio principal del pueblo – Sígame por favor, estaremos más cómodos y frescos en mi oficina, allí podremos hablar tranquilos – Me lo pidió amablemente aunque algo en su mirada o en su tono de voz me dijo que no tenía más opción que hacer lo que decía.
    El edificio estaba efectivamente más fresco que el exterior, el interior estaba totalmente pulcro y con aroma a madera y tierra. Estaba claramente construido de adobe aunque exquisitamente pintado de blanco y suavemente estucado lo cual le daba un aire que yo sospechaba sería el mismo de hace 100 años cuando había sido construido, no logré encontrar ni una grieta, ni una telaraña ni nada de lo que yo había visto habitualmente en viviendas de este mismo material. Cruzamos rápidamente por pasillos y salas hasta llegar a la entrada de un despacho, en cuya puerta de grueso roble había una placa de pulido bronce que decía “Alcalde Antonio Leiva”, el caballero me hizo pasar lo que me dio a entender que era el mismo alcalde quien me recibió en el lugar, una señora tan anciana que podría haber sido la madre de mi abuela entró al despacho mientras nos acomodábamos en unos mullidos sillones, el alcalde le pidió algo refrescante para él y el “visitante” y la señora desapareció. Mientras esperaba comencé a mirar alrededor, era un despacho sencillo pero limpio y ordenado, la única ventana se encontraba tras el escritorio del alcalde, un mueble de roble que me pareció debía pesar bastante, ésta ventana daba hacia la plaza donde podía aún ver el Jeep y era la única iluminación que tenía el lugar. En la muralla de la derecha se encontraban colgadas las tres banderas que ha tenido Chile, y en la de la izquierda fotografías sepia enmarcadas de unos hombres de enormes bigotes que competían con el del alcalde, probablemente los predecesores de quien ahora estaba conmigo, aunque me arriesgo al decir fotografías ya que el aspecto que tenían era tan viejo que quizás si digo daguerrotipo no me equivocaría.
    La señora volvió y nos sirvió a mí y al alcalde un vaso de mote con huesillos y desapareció nuevamente por la puerta, tan silenciosamente como entró y cerró al salir. Inmediatamente el alcalde apoyó sus antebrazos sobre el escritorio inclinando su cuerpo hacia adelante.
    - Usted ha recorrido un largo camino hasta nuestro pueblo para saber sobre Mr. Phillips – Comenzó mirándome directamente a los ojos, ya no estaba la amable sonrisa del principio – Estoy a su disposición para contarle cualquier detalle que quiera saber sin embargo debo pedirle que no se acerque al sanatorio, es lo único que le pido encarecidamente que no haga. – Sus ojos grises seguían fijos en mí y no los movió ni pestañeó hasta que asentí levemente.
    - Me gustaría saber señor Antonio si hay alguien de aquella época, algún anciano del pueblo que pudiera contarme la verdad de los hechos, lo que ocurrió exactamente ese día. – Le dije encendiendo a la grabadora de bolsillo mientras la depositaba en la mesa.
    - No queda nadie de esa época – Dijo el alcalde mientras su sonrisa volvía a aparecer misteriosa – Pero no le quepa duda de que los rumores que rondan son falsos. El incendio aquel día fue provocado por una estufa volcada por accidente según aparece en los registros oficiales, y nunca existió el tal doctor Phillips, es un invento surgido para explicar cosas que la gente común no entiende, ya sabe como son los obreros, ignorantes.
    No me gustaba la manera de hablar del alcalde, no me gustaba la prohibición de acercarme al sanatorio y no me gustaba lo que a mí me parecía a todas luces ocultamiento de la información. Por lo que me pasé la siguiente hora haciendo preguntas superficiales sobre el tema a las que el alcalde no tuvo problemas en responder. Al finalizar la entrevista, le di las gracias y me despedí, en la plaza tomé el Jeep y salí del poblado, por supuesto que solo conduje hasta dar la vuelta al cerro que daba por un costado de la ciudad, estacioné bajo un pequeño bosquecillo de Tamarugos, y me dispuse a esperar el anochecer, el frescor de la sombra y el viento caliente del desierto me amodorraron y me dormí en la espera.
    Desperté con el frío de la noche atacameña entrando por la ventana abierta del Jeep. Observé la hora, las 23:00 hrs, suficiente para que un pueblo olvidado ya se haya ido a la cama, me abrigué lo suficiente y tomando una cámara digital que llevé como apoyo para mi nota y una linterna me escabullí hacia el pueblo. Al tenerlo a la vista se me encogió el estómago, la luz fantasmal rodeaba al pueblo como un halo de otro mundo, la iluminación débil de las farolas le daban al pueblo una fantasmagórica apariencia de semipenumbra. Un grito me sobresaltó tras la roca donde me había escondido y desde donde tenía vista de todo el pueblo. “Ave María Purísimaaaaaaaaaa, las once han dado y sereeenooo” – ¿Un sereno en esta época? ¿Pero qué extraña mezcla de tiempos pasados era este pueblo?, logré ver un hombre que trabajosamente se apoyaba en una farola y estirándose un poco acercaba algún objeto al farol hasta que éste se encendía. Lo dejé desaparecer en las penumbras antes de entrar en acción, entré al pueblo a hurtadillas y me fijé en que las farolas de la calle eran a gas, era eso lo que le daba al pueblo aquel vago resplandor de película de miedo, aquella luz mortecina cubría las calles. Desde mi posición aventajada tras la roca ya había identificado un edificio que debía ser probablemente el sanatorio, por lo que silenciosamente y viajando siempre entre las sombras me dirigí a aquel lugar. Ningún alcalde me prohibiría escribir un artículo notable para mi blog, y que mejor que una grabación de un sanatorio supuestamente maldito durante la noche, esta iba a ser la madre de mis historias.
    El edificio que yo había identificado era efectivamente el que buscaba, era grande aunque de solo dos pisos, pintado de un celeste suave en el frontis tenía un simple letrero que decía “Sanatorio de la Cruz” y en lo que debería ser su jardín se encontraba clavada una enorme cruz con un Cristo clavado en ella. Parecía cerrado y estaba totalmente oscuro, como no era hospital sino un sanatorio quizás no tuviera enfermos internados, me colé por un costado esperando encontrar alguna ventana abierta que me evitara el tener que forzar una puerta, y la encontré, saqué con cuidado la linterna y asomándome rápidamente iluminé un pasillo oscuro y desierto, guardé nuevamente la linterna y escalé la ventana cayendo pesadamente al otro lado haciendo sonar el piso de madera. Me quedé congelado esperando que apareciera alguien pero luego de largos minutos de no aparecer nadie me quedé tranquilo. Encendí la linterna en el nivel más bajo que tenía y encendí la cámara para comenzar a grabar.
    El sanatorio era más grande de lo que parecía por fuera y me costó ubicarme, el sonido de mis propias pisadas en la madera me ponía paranoico y constantemente me giraba para asegurarme de que nadie me siguiera, luego de explorar toda la primera planta supuse que el famoso pabellón estaría en el segundo piso, así que me dirigí a las escaleras y entonces me di cuenta de lo estúpido que fui, junto a las escaleras había un mapa de todas las plantas, y los pabellones se encontraban en el sótano, que no supe que existía hasta ese momento, por lo que memorizándome el camino bajé por las escaleras hasta llegar al sótano. Sin ventanas que pudieran delatar la luz de mi linterna al exterior me atreví a subir la intensidad al máximo, de la escalera salía un solo y largo pasillo a cuyos costados aparecían puertas cerradas cada algunos metros, fui iluminando las puertas una por una “Pabellón 1”, “Pabellón 2”, etc. Justo al final del pasillo se encontraba el pabellón 13, si se había quemado alguna vez no habían rastros, examiné el marco de la puerta grabándolo todo para mi blog, totalmente normal, estaba comprobado que el pabellón existía, que el pueblo existía y tenía aparte grabada una extraña conversación con el alcalde donde se exponía claramente que algo se ocultaba, bastantes pruebas a favor del mito urbano. Y sin embargo ¿Qué pasa si hay algo más? Grabar los fetos en formol sería la guinda de la torta, si aún existían claro, si existían deberían estar tras la puerta. Con la mano derecha tomé la cámara apuntando hacia la puerta para hacer una toma inmediata de lo que hubiera al otro lado, con la mano izquierda intenté torpemente abrir la puerta mientras sostenía la linterna, la puerta estaba asegurada. En el momento en que giré la mano y el pomo quedó en el mismo lugar me di cuenta que la linterna resbalaba de mi mano, intenté atajarla pero cayó ruidosamente al piso apagándose y dejándome en penumbras, y entonces vi lo que antes no había visto por la intensidad de la luz de la linterna, por debajo de la puerta salía un fino haz de luz, había alguien encerrado en el pabellón, alguien que trabajaba a esa hora y alguien que seguramente había oído el estrépito de la linterna al golpear el piso de madera, ahora sí que me había condenado. Me hinqué para buscar la linterna en el piso, tanteé frenéticamente para poder encenderla y salir como alma que lleva el diablo, en ese momento pasaron tres cosas en sucesión. Primero vi la clara sombra de unos pies acercándose a la puerta, acto seguido di con la linterna que había rodado como medio metro de donde yo buscaba, es ese instante se abrió la puerta donde una figura pequeña me miraba sorprendida. Era un tipo de unos 160 cm, llevaba pantalones grises sujetados con suspensores y una camisa blanca arremangada hasta encima de los codos y manchada con un líquido oscuro en ciertos lugares, un pequeño sombrero de hongo coronaba su cabeza.
    Me levanté lívido por haber sido descubierto, unos ojos verdes me miraban de arriba abajo estupefactos, finalmente una sonrisa descomunal se asomó en aquel rostro – Viene por la historia ¿verdad? – Me preguntó en un español algo trabajado ¿este tipo también era ingles como Mr. Phillips? – Viene a ver lo que hay ¿cierto? ¿Lo de Mr. Phillips?
    - ¿Puedo verlo? – Pregunté azorado.
    - ¡Claro! ¡Claro! El trabajo de Mr. Phillips, ¡todo aquí! ¡Nada perdido! – Casi me gritaba con tono infantil - ¡Pase! ¡Venga a ver! – Me decía mientras me hacía pasar con ademanes exagerados.
    Entré e inmediatamente sentí un escalofrío, la habitación tapizada completamente de loza blanca estaba más helada que la noche del desierto. En un rincón una mesa de metal con rueditas sostenía un montón de frascos de formol con fetos, apilados de tal manera que parecían hacer equilibrio desafiando la gravedad de manera asombrosa. En el centro una mesa también de metal era lo que parecía ser un quirófano, aquel desagüe en uno de sus extremos me hizo recordar inmediatamente a aquellas mesas que se ocupan para las autopsias, el desagüe que se ocupa para drenar la sangre. Al otro lado una mesa con los instrumentos más raros y espeluznantes, algunos sucios con una sustancia parecida al óxido la cual yo rezaba que no fuera sangre. Más allá de todo, en un rincón y semienterrada entre unas sillas amontonadas había una puerta que yo asocié inmediatamente a un armario de escobas o algo por el estilo. Luego de aquella primera impresión me fijé en los detalles, estábamos iluminados por dos lámparas de acetileno, y en el piso, las murallas, (y perturbadoramente) en el techo, aparecían varias marcas oxidadas, incluso me pareció reconocer marcas de manos, como si alguien hubiera pasado sus manos ensangrentadas por el techo de la habitación, sin embargo el techo se encontraba a casi 3 metros de altura por lo que parecía improbable.
    - Viene a ver el trabajo ¿Verdad? – Me sobresaltó la voz del pequeño doctor a mi espalda - ¡Es sobresaliente! Imagine un feto muerto, conservado en formol, con sus órganos removidos y de pronto ¡Voila! ¡Dando saltitos lleno de vida!
    - ¿Qué? – Pregunté estupefacto sin saber de qué diablos hablaba el inglés, ¿un feto saltando? El tipo estaba loco.
    - ¡Mire! ¡Mire! Yo mostrar… - Sacó un frasco del montón y lo llevó al quirófano, yo grababa todo si poder creerlo, ¡este material iba a valer oro! Comenzó a abrir el frasco delicadamente y entonces se escuchó un golpe sordo en la puerta enterrada en las sillas. El doctor y yo nos sobresaltamos al oírlo, vi el miedo retratado en sus ojos por unos segundos mientras su rostro se volvía tan pálido como el papel. Finalmente hizo un intento de sonrisa mientras sellaba nuevamente el frasco que había sacado – ¡Es mi ayudante! – trataba de explicarse sonriente aunque sus ojos me hablaban de su mudo terror – Debe haber oído ¡Ya! ¡Ya! No más tiempo hoy, tiempo de irse, tiempo de irse – Me apuraba mientras llevaba el frasco de vuelta a su sitio.
    Un segundo golpe hizo saltar la puerta haciendo al mismo tiempo que mis entrañas se agolparan en mi boca, el médico sobresaltado también dejó caer sin querer el frasco con el feto en su interior, los vidrios saltaron por todo el lugar mientras el liquido se esparramaba lentamente alrededor que aquel pequeño cuerpo muerto. – ¡No otra vez! ¡Váyase ya! ¡Ya vienen! – Esta vez el terror en su voz y su cara eran evidentes – ¡Vienen a buscar la criaturita, vienen a buscarme a mí!
    - ¿Quien viene? – Mi estupidez superaba a mi miedo en aquel momento – ¿Los doctores?
    - ¡Ellos estúpido! ¡Ellos viven! ¡Pero ya no tienen sus almitas! ¡Aún no soluciono eso! ¡Váyase! – Un tercer golpe remeció la puerta e hizo saltar las sillas, una pequeña abertura quedo al descubierto en la parte baja de la puerta y sabe Dios que yo estaba en mis cinco sentidos y lo que vi aparecer por esa abertura fue una manito de bebé. De ahí en adelante yo no sé qué tan consciente estuve pues vagos recuerdos de haberme caído y golpeado la cabeza me llegan como flashes, por lo que no se si el último golpe en la puerta lo soñé y fue verdad, aquel golpe que mando a volar las sillas que quedaban y abrió la puerta de par en par, no sé si soñé que un montón de criaturitas salieron reptando y saltando hasta el doctor que acunaba acuclillado el feto que había caído del frasco roto, y no sé si fue verdad o no que vi a estas criaturas llevarse al doctor a rastras mientras este soltaba un chillido infernal, y que metiéndolo por la misma puerta de donde salieron cerraron tras de sí, ni si realmente escuche aquella voz de ultratumba diciendo "HOOOOWWAAAAARRRDDD" al cerrarse la puerta. Solo sé que todo se volvió muy negro, y que desperté al otro día. Recuerdo haber despertado en un pueblo en ruinas, carcomido por la arena y el tiempo, estaba en un edificio sin techumbre yaciendo entre unas ruinas quemadas hasta los cimientos. Delirando en una fiebre de más de 40º conduje hasta Antofagasta y de ahí no recuerdo nada hasta dos semanas después. No tengo mi grabadora, no tengo mi cámara, todos dicen que San Anselmo no existe desde 1923 cuando Antonio Leiva, su último alcalde falleció en medio de una extraña locura tras visitar las ruinas del sanatorio, el pueblo se deshizo en el tiempo y ahora no lo pueblan ni las culebras, también me dicen que aquel sanatorio siempre tuvo 12 pabellones por lo que aquella leyenda es totalmente falsa. Me dicen que todo lo imaginé, que la fiebre me hizo alucinar, yo sé que no es así, se que en algún lugar de esas ruinas están las pruebas, está mi cámara y está mi grabadora, pero lo mejor es que se queden allí, hay algunos horrores que es mejor queden en el secreto, iría yo mismo a destruir lo que queda de evidencia pero presiento que si voy nuevamente me volveré irremediablemente loco, y no tengo intención de que eso ocurra.

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  • Avatar aieruska
    aieruska
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    • #2

    Buena historia la verdad muy buena e interesante :)

  • Avatar maximus
    maximus
    ★★
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    • #3

    Gracias aieruska, quedó más larga de lo que pensé y no plasmé todo lo que tenía pensado, esto de escribir rapido...

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  • Avatar aieruska
    aieruska
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    • #4

    creo entender :) pero sigue asi, si las historias te salen asi de buenas sigue asi.

  • Avatar maximus
    maximus
    ★★
    Mensajes: 67
    • #5

    Gracias, seguiré tu recomendación, pero para la próxima me tomaré un poco más de tiempo para no dejar nada afuera jeje

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  • Avatar Libelula51
    Libelula51
    Mensajes: 3
    • #6

    Wow esta historia es muy interesante me encanto :)

  • Avatar maximus
    maximus
    ★★
    Mensajes: 67
    • #7

    Prometo que si la próxima historia me sale larga la dividire en partes ????

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    Dragon-
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    • #8

    muy buena historia .

    desde lo que yo conozco o experimente .. factible.

    yo experimente unavez , desdoblarme (como le llaman) ... desde un momento de vida normal , y acceder a otro lugar . tan solo por unos segundos
    pero sucedio.

    el punto en el que cuadra .. es en el que detuvo su seep y penso en el pueblo .....-(la pregunta del pueblo fantasma)-.....(esto puede provocar una concentracion extrema sobre un lugar --- similar a la que yo tuve cuando me sucedio... )
    pero sigo diciendo que a mi me sucedio por segundos .... ( yo si tome conciencia de que sucedio--- la transicion )
    una perdida de sonidos .... un pitido en aumento .... y derrepente aparece la nueva imagen con sus respectivos sonidos)tambien volvieron los sonidos de la realidad . por tanto tenia conciencia de 2 lugares al tiempo .(como ser 2 personas)
    pero en este caso al estar en un mismo escenario puede ser.

    el hecho de estar en un desierto pudo haver ocultado la perdida de sonidos ..... pero el pitido?

    la interaccion conla gente ( con las almas que quedaron en el lugar)
    los fetos vivos ... parte del bajo astral.

    quedarian 2 cosas en el tintero ..... tan largo?
    deverias tener tendencias sonambulas.


    digo para que esto ruede cerca de la veracidad.... por lo menos desde este lector que algo experimento.

    y si te sucedio . yo prestaria atencion a howard....tu inconciente te quiso trasmitir en este momento el verdadero mensage de todo lo que viste.
    este mensege tiene que tener mucho sentido para ti y solo para ti. me asombra que no lo hayas notado.

    Editado 4 veces. Última edición: 2012-06-05 04:06:31

  • Avatar maximus
    maximus
    ★★
    Mensajes: 67
    • #9

    Gracias Dragón, la verdad sea dicha es una historia inventada por mí una tarde de ocio, como nunca he tenido una experiencia parecida no tenía idea sobre el pitido en los oído, sin embargo lo tendré muy presente para la próxima historia en la que tenga lugar un evento parecido.

    Carpe Diem
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