[Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 198]
La huida a Pela (o Pella) de los judeocristianos (es decir, de los cristianos de raza judía) de Jerusalén durante el ocaso del año 66 de nuestra era, cuando se produjo el fallido ataque romano comandado por Cestio Galo como respuesta a la gran revuelta judía de mediados de ese mismo año, es una creencia que se basa en una tradición bien atestiguada por Eusebio de Cesarea (quien, a su vez, hace referencia a fuentes más tempranas, a saber, Aristón de Pela o, más probablemente, Hegesipo de Jerusalén), Epifanio de Salamina (que menciona sus propias fuentes de información), Teodoreto de Ciro y Alejandro de Chipre. Eusebio (263-339) afirma: “También el pueblo de la iglesia de Jerusalén (se sobreentiende: Los cristianos primitivos de Jerusalén), por seguir un oráculo (se sobreentiende: Una predicción profética) remitido por revelación a los notables del lugar (se sobreentiende: A los cristianos experimentados que dirigían la evangelización en Jerusalén), recibieron la orden de cambiar de ciudad antes de la guerra (se sobreentiende: Antes del ataque de Cestio Galo a Jerusalén en el año 66) y habitar cierta ciudad de Perea que recibe el nombre de Pela” (Historia Eclesiástica III 5,3). Epifanio (315-403), comentando acerca de una hipotética desviación temprana del cristianismo primitivo según su cuestionable punto de vista de la apostasía, explica: “Esta herejía de los nazarenos (se sobreentiende: Una secta judeocristiana con criteriología diferente a la de la Iglesia, desde el prisma de este autor, que supuestamente se desvió de la fe transmitida por los apóstoles poco después de la huida a Pela) existe en Berea, en las vecindades de Cele-Siria y de la Decápolis, en la región de Pela y en Basanítide, en la denominada Kokaba, en hebreo Khokhaba. Allí se establecieron después del éxodo desde Jerusalén, cuando todos los discípulos se fueron a vivir a Pela porque Cristo les había dicho que abandonaran Jerusalén y se fueran lejos de allí y evitarían un cerco. Por este aviso vivieron en Perea después de haberse movido a ese lugar que he dicho. Allí tuvo su origen la herejía de los nazarenos (se sobreentiende: Herejía, en boca de Epifanio, puede consistir perfectamente en una particular apreciación eminentemente subjetiva de la verdad revelada, tal como sucedería a un viajero que se alejara progresivamente de la estación en donde tomó el tren y que interpretara la realidad afirmando que los que verdaderamente se alejan son los peatones, que permanecen en la estación)” (Panerion XXIX, 1,7,7-Ocho). Sobre este mismo tema también añade, un poco más adelante, hablando de otras hipotéticas heregías, en este caso sí desviadas de la sagrada escritura aunque globalmente a un grado no mayor que el del propio Epifanio: “Su origen (de los ebionitas) se remonta al tiempo posterior a la captura de Jerusalén. Después de eso, todos aquéllos que creían en Cristo generalmente se habían ido a vivir a Perea, a una ciudad llamada Pela de la Decápolis de la que está escrito en el Evangelio que está situada en las cercanías de Batanea y Basanítide. La predicación de Ebión se originó aquí, después de que se hubieran trasladado a este lugar y hubieran vivido allí. Inicialmente, ellos vivían en una aldea llamada Kokaba, no lejos de la región de Karnaim y Asteroth, en la región de Basaítide. Esto de acuerdo con el contenido de la información que nos ha llegado. Desde allí comenzaron su viciosa enseñanza, desde el mismo lugar donde los nazarenos surgieron, de los que yo he dado cuenta arriba. Después de haber estado unidos unos y otros, cada cual compartió su propia suciedad con el otro” (Panerion XXX, 1,2,7-9). Epifanio, escribe: “Cuando la ciudad (se sobreentiende: Jerusalén) estaba a punto de ser capturada por los romanos (se sobreentiende: Al tiempo de la campaña de Cestio Galo, en el otoño del año 66, antes de la humillante retirada de éste; o bien al tiempo de la campaña de Vespasiano, en la primavera del año 67), todos los discípulos fueron advertidos del avance por un ángel para que abandonaran la ciudad, destinada a ser destruida totalmente. Ellos se establecieron en Pela, una villa de la Decápolis, al otro lado del Jordán. Después de la destrucción de Jerusalén, retornarán, como ya he dicho, y cumplirán grandes signos (se sobreentiende: El autor afirma que algún tiempo después de la devastación de la ciudad por los ejércitos de Tito a principios del otoño del año 70, los judeocristianos que se fueron a Pela retornaron a Jerusalén, la repoblaron y cumplieron notables señales proféticas)” (De mens, 15). Finalmente, Teodoreto afirma: “En los días en que Vespasiano y Tito preparaban la guerra (se sobreentiende: Casi al tiempo de la primavera del año 67), los fieles (se sobreentiende: Los cristianos de Jerusalén), siguiendo una revelación, abandonaron la ciudad” (Comentario de Zacarías. PG 81, 1951).