Pseudoveltíosis natanatórica.

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    • #151

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 151]
    A finales de julio del año 67, tras la toma de Jotapata y la sumisión de la Galilea occidental, Vespasiano levantó el campamento y se dirigió a Ptolemaida, y de allí a la ciudad costera de Cesarea. Dejó en Cesarea las legiones V y X para que invernaran allí y envió la legión XV a Escitópolis con el mismo objeto. No obstante, en las ruinas de la ciudad costera de Jope (que fue destruída por Cestio Galo durante el inicio de su campaña, el año anterior, es decir, durante su aproximación a Jerusalén) se aglutinaron numerosos fugitivos judíos huídos de la Galilea reconquistada por Vespasiano y la reconstruyeron burda y rápidamente, fletando y reuniendo embarcaciones que dedicaron a la piratería en las costas; y asaltaban el tráfico marítimo entre Siria-Fenicia y Egipto. Por lo tanto, se hizo objetivo de importancia militar este peligro, que minaba las rutas costeras de Palestina y Fenicia y obstaculizaba las comunicaciones con Egipto. Vespasiano, entonces, envió una fuerza romana al mando del general Trajano, legado de la legión X (Fretensis), que ocupó la ciudad rápidamente, antes de la caída de la noche; y los bandidos huyeron en sus barcos. Al alba, se libró una batalla naval ante las costas de la ciudad que terminó con la derrota y destrucción de las naves judías, en buena parte debido a una tempestad que hizo encallar las naves judías contra las rocas, destrozándolas. Aquéllos de los náufragos que vinieron de vuelta hacia la playa, para no ahogarse, fueron muertos por los romanos. En total, parece que murieron 4.200 piratas, tragados por el mar o a manos de los soldados. Finalmente, y por orden de Vespasiano, quedó una guarnición romana allí, en Jope, en prevención de alguna presumible acción de piratería futura. Ahora bien, la fuerza romana apostada en la ciudad pasó a convertirse en un azote devastador y expoliador para las poblaciones judías de los alrededores.

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    • #152

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 152]
    Tras la toma de Jotapata y la sumisión de la Galilea occidental, los romanos se aprestaron a organizar las siguientes operaciones en torno a la Galilea oriental y otras regiones más alejadas del país. La siguiente operación, realizada a comienzos de agosto del 67, fue marchar hacia Cesarea de Filipo, en donde Agripa II proporcionaría ayuda y colaboración a los romanos. Desde allí, Vespasiano mandó a su hijo Tito a tomar la ciudad de Tiberiades y más tarde Senabris o Tariquea, tomándola, a esta última, por asalto y sometiendo a los sobrevivientes a la esclavitud. A finales de agosto, tras varios enfrentamientos sangrientos en el mar de Galilea a bordo de balsas y barcazas (que resultaron en grandes estragos para los judíos), el dominio de este lago quedó en poder de los romanos. Para el mes de septiembre sólo quedaban Gamala (en el reino de Agripa) y Giscala (al norte de Galilea). Gamala había sido fortificada por Josefo y por ese motivo supuso un escollo infranqueable para Agripa, quien no contaba con una fuerza militar suficientemente poderosa para tomar la ciudad. Entonces, aparentemente hacia finales de septiembre o primeros de octubre del 67, Vespasiano sitió Gamala con las 3 legiones V, X y XV, y comenzó a levantar terraplenes para el asedio. Agripa intentó parlamentar con los sitiados, pero éstos le lanzaron piedras y una de ellas le golpeó en el codo. Los romanos, pues, acometen contra Gamala, pero sufren una serie de reveses e incluso Vespasiano es atrapado en la ciudad y tiene que luchar para salir de ella, muriendo en ese intento un comandante suyo llamado Aebutius, quién había luchado antes contra Josefo en la toma de Jotapata. Las tropas romanas se desmoralizan y Vespasiano tiene que arengarlas, diciéndoles que ellos no pueden esperar ganar siempre fácilmente y que en realidad las pérdidas romanas son insignificantes en comparación con las miríadas de rebeldes muertos y que, por tanto, deben recobrar el valor que caracteriza a los buenos soldados y dejar de portarse como afeminados. Ante esto, el asedio es renovado y la gente comienza a huir de la ciudad por barrancos y pasos subterráneos. En el ínterin, Tito se encontró con Mucianus en Siria, quien sustituía a Cestio Galo por orden de Nerón como gobernador de dicha provincia (pues, poco después del desastre de Bethorón, Cestio murió, probablemente durante el invierno del año 67). También, Placidus, que había sido enviado por Vespasiano hacia el suroeste, tomó una fortificación que había sido levantada por orden de Josefo en el monte Tabor;y no se dejó engañar por los defensores, que pretendieron salir para hablar con él en términos de rendición cuando en verdad estaban organizados para un ataque por sorpresa; pero Placidus puso una emboscada contra ellos y los derrotó, y muchos de los insurrectos huyeron a Jerusalén, quedando sólo en el lugar los naturales, los cuales se rindieron pacíficamente. Por su parte, entrados ya en la segunda semana de noviembre del 67, aunque la defensa de Gamala estaba muy debilitada, el sitio de la ciudad continuó hasta que 3 soldados de la legión XV entraron sigilosamente al amanecer y socavaron una torre. Entonces, los guardias de la ciudad huyeron y los 2 líderes que comandaban a los rebeldes murieron. A continuación, el día 11 de noviembre del año 67, el ejército romano entró en Gamala y se produjo un suicidio masivo de los habitantes de la ciudad. Los romanos, además, mataron a 4000 personas. Sólo dos mujeres sobrevivieron, que resultaron ser sobrinas del hijo de un tal Filipo de Jacimus, un comandante de Agripa. Tras su regreso de Siria, Tito avanzó contra Giscala, la última ciudad rebelde, y le ofreció la posibilidad de rendirse explicándole que las demás ciudades, más fuertes que ésta, ya habían caído. Juan de Giscala respondió a la propuesta solicitando que se concediera un plazo hasta el día siguiente, pues el día actual era sábado. Tito estuvo de acuerdo y se retiró, pero Juan aprovechó la oportunidad para huir antes de la caída de la noche, con sus zelotes seguidores armados y con sus familias. Se dirigieron hacia Jerusalén, pero Tito los persiguió con una fuerza de caballería y mató a 6.000 de ellos, y capturó a 3.000 mujeres y niños; pero Juan se escapó y llegó a Jerusalén. Finalmente, Tito entró en la ciudad y la aseguró con una guarnición. Oficialmente, antes de la llegada de diciembre del 67, la campaña romana de Galilea se dio por terminada.

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    • #153

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 153]
    Hacia finales de noviembre del 67, Tito regresó a Cesarea desde Giscala y Vespasiano emprendió una campaña por la costa, bajando desde Cesarea hacia el sur de Jope (o Joppa, tomada por Trajano a mediados del verano del mismo año y donde ahora residía una guarnición romana) y sometiendo a las ciudades de Jamnia (Yamnia) y Azotus; y luego regresó a Cesarea con un gran número de cautivos, quienes habían acordado su rendición sin presentar batalla; entonces, Vespasiano y todo el ejército se dispusieron a invervar (descansar durante el invierno en Cesarea, antes de acometer la campaña de Judea). Pero previamente, y para asegurarse el control de toda Palestina y el fin de toda insurrección en el territorio reconquistado, redujo los últimos islotes de resistencia judía en Perea enviando al tribuno Plácido a tomar su capital, Gadara, y dejando sólo subsistir la fortaleza de Maqueronte (Machaerus). Entretanto, los rebeldes galileos se refugiaron en Jerusalén y también lo hizo Juan de Giscala entre ellos; sin embargo, los judíos, lejos de mantener la unidad frente a los romanos, con la llegada del tal Juan (recordemos que este personaje, jefe de una banda extremista, le presentó a Josefo en Galilea una gran oposición poco antes del avance de Vespasiano) dieron comienzo a una lucha de poder entre facciones que provocó enfrentamientos en el interior de la ciudad de David (es decir, Jerusalén). Esto llegó a oídos de Vespasiano, pues las disputas en Jerusalén eran bastante notorias; y ante esto, algunos comandantes romanos creyeron oportuno que Vespasiano atacara la ciudad de David y la tomara sin más dilación, argumentando que la providencia divina estaba a favor de Roma; pero Vespasiano fue muy cauteloso y prudente, y decidió esperar tranquilamente durante todo el invierno del 68 para dar tiempo a que las distintas facciones judaicas se debilitaran entre sí (lo cual hicieron, efectivamente, llegando incluso a provocar matanzas intestinas en Jerusalén; y más, porque, debido a que los líderes de los distintos grupos en disputa no sentían ahora ninguna necesidad de protegerse de un eventual e inminente ataque romano, querían resolver definitiva, insensata y rápidamente el asunto del liderazgo por la fuerza de las armas, antes de que un tal ataque romano se produjera; y de hecho las luchas entre facciones se recrudecieron y se hicieron muy sangrientas, y como consecuencia las reservas de grano de la ciudad fueron destruídas o quemadas, los alrededores del templo arrasados y más de 20.000 judíos perdieron la vida). Por lo tanto, los romanos esperaron y miraron; y entonces Vespasiano comentó: “Dios es mejor general que yo, pues nuestros enemigos se destruyen entre sí con sus propias manos”. Aparentemente, la fuente de información de Vespasiano fueron los muchos judíos que desertaron de Jerusalén y se entregaron a los romanos, suplicando que se protegiera a la ciudad de la violencia de los rebeldes y se rescatara al resto de sus habitantes, pues éstos no apoyaban la insurrección y desgraciadamente se encontraban atrapados en la metrópoli, en medio de unas condiciones que empeoran de día en día y que se extendían incluso a las pequeñas poblaciones circundantes.

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    • #154

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 154]
    Lo cierto es que la huida de Juan de Giscala y sus seguidores hacia Jerusalén, donde fue acogido como un héroe, trajo malas consecuencias para los apoyadores de la rebelión contra Roma, pues este individuo instigó una purga entre muchos notables de la ciudad, a los que acusó de colaboración con los romanos y muchos de ellos fueron ejecutados sin juicio previo. La capital judía quedó dividida entre los grupos zelotes más exaltados y extremistas, que eran dueños de la gran explanada del Templo, y los grupos moderados dirigidos por los sacerdotes. Los zelotes llamaron en su ayuda a 20.000 idumeos (éstos eran descendientes de los pobladores del noroeste de Edom o Idumea que el gobernante macabeo Juan Hircano subyugó y obligó a aceptar el judaísmo a finales del siglo II antes de la EC, y, como prosélitos judíos, fueron incorporados a la parte sur del territorio de Judea), que lograron entrar una noche en Jerusalén tras abrírseles las puertas desde dentro, llevando a cabo una matanza general de sacerdotes, de seguidores de éstos y de supuestos simpatizantes de los romanos. En efecto, Una vez que Juan de Giscala llegó a Jerusalén, se desató un enfrentamiento entre los saduceos y los zelotes y sicarios, porque estos últimos culparon a los primeros de la pérdida de Galilea y por intentar convencer al pueblo de la necesidad de una guerra más arriesgada contra los romanos. El enfrentamiento se extendió por toda la ciudad, y a pesar de que las autoridades judías intentaron por todos los medios que la sangre “no llegara al río”, a través de discursos como los del fariseo Simeón ben Gamaliel (parece que éste fue posteriormente conocido como el Rabban Shimon ben Gamliel I, nacido el año 10 antes de la EC y fallecido el año 70 de la EC, hijo primogénito y sucesor en la presidencia del Sanedrín de Gamaliel el Viejo, quien murió en el año 50 de la EC y fue probablemente el famoso Gamaliel que se menciona en el libro sagrado de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 5, versículo 34) o los de los sumos sacerdotes Anás y Jesús, los zelotes, decididos por la causa hasta el final fueron eliminando a los sospechosos de simpatizar con Roma, lograron hacerse con el poder político, convocaron al pueblo y decidieron elegir, por sorteo, a un nuevo Sumo Sacerdote llamado Fanías, que parece ser que no descendía de ningún miembro del Sanedrín y no tenía ni idea del oficio sacerdotal, con lo que fue elegido de manera oportunista para el cargo, a sabiendas de que no estaba preparado para ello. No obstante, los zelotes, descontentos aún, y estando en inferioridad numérica, pidieron ayuda a los idumeos suplicándoles que se unieran en alianza con ellos, con la excusa de que en los ambientes sacerdotales estaban urdiendo entregar la ciudad a los romanos; pero al llegar los idumeos a las puertas de Jerusalén y siendo descubierta su asociación con los zelotes, no se les permitió entrar. Sin embargo, la noche siguiente, en medio de una gran tormenta, los zelotes consiguieron abrir las puertas y dejarlos pasar; y una vez entrados, se cometieron todo tipo de barbaridades, saqueos y asesinatos, sobretodo dirigidos hacia los más ricos y notables, produciéndose también una gran matanza depurandora en la ciudad en la que cayeron entre otros los sumos sacerdotes Anás y Jesús. Finalmente, los idumeos mismos, asqueados de ver tantas atrocidades perpetradas por los zelotes fanáticos contra ciudadanos honrados, no quisieron saber más de los zelotes y se retiraron. Por su parte, los zelotes, con Juan de Giscala al mando, consiguieron el control absoluto de la ciudad.

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    • #155

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 155]
    A finales de marzo del 68, Vespasiano se dispuso a reiniciar la campaña de Judea y marchar hacia Jerusalén, habiendo ya sometido a otras partes estratégicas del país para prevenir ataques. Entonces llegan a sus oídos noticias de una rebelión contra Nerón en la Galia, llevada a cabo por su gobernador, Julio Vindex, quien está asqueado de los derroches y las excentricidades del emperador; sin embargo, Vindex mismo rehusaría más tarde ser proclamado emperador por sus soldados. Iniciada la primavera, Vespasiano se mueve hacia el sur por el lado occidental, donde las planicies del terreno costero son altamente favorables para el despliegue de sus tropas. Toma la ciudad de Antipatris en 2 días, luego somete a Tamna, Lyda, Jamnia (Yamnia) y Ammaus (Emmaus o Emaús) en poco tiempo, hace frecuentes incursiones sobre Idumea y toma 2 pueblos en el corazón de ella, Betabris y Cafartoba, matando a más de 10.000 pobladores, capturando a 1.000 de ellos y expulsando al resto, y colocando finalmente una división de sus tropas para que dominara preventivamente toda la colina de este país. A principios de junio del 68 Vespasiano vuelve a Ammaus y luego atraviesa Samaria y pasa cerca de Neápolis, alcanzando Corea (Coreae o Nablus) por la frontera de Judea. Acampa allí el 20 de junio del 68 y al día siguiente llega a Jericó, sumándose a las fuerzas de Perea comandadas por el general Trajano. Los habitantes de Jericó y del área circundante huyen a las colinas cercanas a Jerusalén. Vespasiano visita el Mar Muerto (Lago Asphaltitis) y comprueba sus propiedades sigulares, entre las que destaca el hecho de que la gente que no sabe nadar flota sobresalientemente en el agua profunda; luego establece guarniciones en Jericó y Adida (a unos 32 kilómetros al noroeste de Jerusalén) y envía a Lucius Annius a tomar Gerasa, quién mata a 1.000 jóvenes, captura mujeres y niños, incendia las casas y a continuación acomete contra los pueblos circundantes. Ahora, la ciudad de Jerusalén ha sido aislada; pero entonces Vespasiano recibe noticias del fallecimiento del emperador Nerón, acaecido el 9 de junio del 68.

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    • #156

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 156]
    Según la Wikipedia, A finales del 67 o principios del 68, Cayo Julio Vindex, gobernador de la Galia Lugdunensis, se rebeló contra la política fiscal de Nerón. El emperador envió a Lucio Verginio Rufo, gobernador de la Alta Germania, a sofocar la revuelta y Víndex, con el objetivo de recabar aliados, pidió apoyo a Galba, gobernador de la Hispania Tarraconense. Verginio Rufo, sin embargo, derrotó a Vindex y éste se suicidó, mientras que Galba, por su parte, acabó siendo declarado enemigo público. Nerón había recuperado así el control militar del Imperio, pero esto fue utilizado en su contra por sus enemigos en Roma. En junio del 68, el Senado romano votó que Galba fuera proclamado emperador y declaró enemigo público a Nerón, utilizando para ello a la Guardia Pretoriana, que había sido sobornada, y a su prefecto Ninfidio Sabino, que ambicionaba convertirse en emperador. Según Suetonio, Nerón huyó de Roma a través de la Vía Salaria. Sin embargo, a pesar de haber huido, Nerón se preparó para suicidarse con ayuda de su secretario Epafrodito, quien lo apuñaló cuando un soldado romano se aproximaba. Según Dion Casio, las últimas palabras de Nerón demostraron su egocéntrico amor por las artes; exclamó: “Qué gran artista muere conmigo”. Con la muerte de Nerón desapareció la Dinastía Julio-Claudia y el Imperio se sumió a continuación en una serie de cortas guerras civiles, conocidas como “el año de los cuatro emperadores”. Según Suetonio y Dion Casio, el pueblo de Roma celebró la muerte de Nerón. Tácito, sin embargo, habla en sus escritos de un panorama político mucho más complicado en donde la muerte de Nerón fue bien recibida entre los senadores, la nobleza y la clase alta, pero no por la clase baja, los esclavos y los asiduos del teatro, que habían sido los beneficiarios de los excesos del emperador, de modo que éstos recibieron la necrológica noticia con gran rechazo. El ejército, mientras tanto, se debatía en la encrucijada entre el deber de obediencia a Nerón como su emperador y el ceder a los suculentos sobornos ofrecidos para derrocarlo.

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    • #157

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 157]
    Con la noticia de la muerte de Nerón, recibida por Vespasiano probablemente hacia mediados del verano del 68, éste detiene las operaciones contra Jerusalén y decide esperar para ver sobre quién recae el gobierno del Imperio, es decir, el sucesor de Nerón. No tarda en saber que el nuevo emperador es Galba, nombrado por el Senado, por lo que envía a Tito y Agripa hacia finales del otoño del 68 para que le transmitan sus saludos y para obtener instrucciones adicionales procedentes del emperador, si las hubiere, acerca de la guerra en Judea y con relación a la campaña contra los judíos rebeldes concentrados en Jerusalén. Sin embargo, cuando Tito se aproxima a Roma recibe noticias de la muerte de Galba (asesinado la mañana del 15 de enero del 69) y del nombramiento de Otón por el Senado como su sucesor, además de la marcha hacia Roma desde la Baja Germania de Vitelio con la pretensión de eliminar a Otón y arrebatarle el mando del Imperio. Entonces Tito, no queriendo arriesgarse a ser absorbido por ninguno de los dos bandos en contienda, cancela el viaje y vuelve a unirse con su padre en Cesarea; por su parte, parece que Agripa continuó hacia Roma. Según Suetonio, Tito pasó por Pafos a su regreso y allí consultó el oráculo de Venus, que pronosticó su futuro ascenso al poder, y esto debió incrementar positivamente su respeto hacia Josefo, pues éste ya le había augurado un buen futuro en Roma; de hecho, tanto Vespasiano como Tito parece que admiraban el ingenio que este judío había demostrado en la defensa de Jotapata y el talento que manifestó después para poder zafarse de la obstinación suicida del grupo de rebeldes supervivientes que se refugió con él en una cueva cercana tras la caída de dicha ciudad. En cuanto a la campaña de Jerusalén, ésta se detuvo hasta los comienzos del verano del 69, pues el caos en Roma (causando una corta guerra civil) mantuvo a los ejércitos de Judea (acaudillados por Vespasiano) en expectación respecto al futuro incierto del Imperio. Entretanto, en la ciudad de David se produjo una nueva lucha intestina ocasionada por un tal Simón de Gioras, edomita fanático que lideraba a una hueste de sicarios. En efecto, según la Wikipedia, en el 68, segundo año de la gran revuelta, aparecieron cuatro jefes de los rebeldes judíos: Juan de Giscala, Simón bar Giora, Eleazar ben Simón y Eleazar ben Yair; Simón bar Giora (epíteto que probablemente signifique “hijo del prosélito”) era un general muy experto que reunió 40.000 soldados prometiendo la libertad a los esclavos y recompensas a los que ya eran libres; su programa político era radical y se atrajo la aversión del conservador Flavio Josefo; pero por temor al aumento de poder de Juan, otro grande y peligroso fanático, el pueblo de Jerusalén invitó a los edomitas a entrar en la ciudad en la primavera del año 69, para así tratar de disolver el absolutismo de Juan, y con tal acción, Simón, adalid edomita, se apresuró a gobernar como un rey; de modo que ahora, en el interior de Jerusalén, lejos de alcanzarse un equilibrio de poderes, lo que sobrevino fue el estallido de una guerra civil entre los zelotes de Eleazar, los guerreros de Simón y los seguidores de Juan; al final Simón consiguió vencer a Juan después de asediarlo en el Templo; pero en la primavera del año 70 Tito atacó Jerusalén, la tomó y procedió al saqueo de la ciudad, y Simón tuvo que rendirse a los romanos, quienes lo llevaron a Roma, lo pasearon en la procesión triunfal de Tito y lo arrojaron al vacío desde la Roca Tarpeya (una abrupta pendiente de la antigua Roma, situada junto a la cima sur de la colina Capitolina, que se utilizaba como lugar de ejecución de asesinos y traidores, a los que, sin ninguna piedad, se les lanzaba desde ella: un lugar apenas reconocible actualmente, debido a la erosión y a la acción humana que se han acumulado allí por casi 2 milenios).

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    • #158

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 158]
    El 23 de junio del año 69 Vespasiano avanza desde Caesarea hacia áreas aún no conquistadas de Judea, tales como las colinas del país, Gophna (al norte de Judea) y Acrabetta (al nordeste), sometiéndolas; y también toma Betel (al sudeste de Gophna) y Efraín (al nordeste de Betel). Entonces se lanza a caballo, con sus escuadrones de caballería, hasta casi las mismas murallas de Jerusalén, matando a muchos de los que encontró a su paso y haciendo gran cantidad de prisioneros. Por su parte, Ceraelius, de la legión V, toma Idumea superior, Caphethra y Capharabis, que se rindieron con mucho gusto; luego pasa a Hebrón, matando a todos sus habitantes e incinerando la ciudad. Cada fortaleza queda ahora sometida a los romanos, excepto Herodión, Masada y Maqueronte, que fueron defendidas por los bandoleros y resultaron ser de poco interés para los romanos en esos momentos. Jerusalén era ya el objetivo prioritario y único a tomar en cuenta, pues toda Palestina había quedado prácticamente controlada por los romanos. Pero entonces llegan noticias a Vespasiano sobre la lamentable situación en Roma, esto es, la muerte del emperador Otón a consecuencia de su enfrentamiento contra el general Vitelius, cuyo ejército lo aclama como el nuevo emperador. Esto enfurece mucho a Vespasiano y a sus tropas, y éste decide detener la campaña contra Jerusalén y volver a Cesarea con las legiones. Son los comienzos del otoño del 69, y Vespasiano, antes de regresar a Cesarea, deja bien afianzado el territorio conquistado mediante guaniciones y destacamentos.

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    • #159

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 159]
    En Cesarea marítima, en el otoño del 69, la indignación de Vespasiano y sus hombres ante la usurpación de Vitelio (o Vitelius) se va propagando y transformando rápidamente en deseos de rebelión contra el nuevo césar por parte de los oficiales militares de toda la Palestina. Esto se vio agravado por el hecho de que, de camino a la capital, Vitelio se ganó el odio del pueblo a consecuencia de los excesos a los que permitía entregarse a su corte, y cuando alcanzó el lugar donde se había producido la batalla en la que había fallecido su enemigo, el emperador Otón, exclamó ante los soldados que se apartaban del hedor de los cadáveres, según el historiador Suetonio: “El cadáver de un enemigo siempre huele bien, y mejor aún si es un conciudadano”; además, luego de pronunciar esta frase, se dirigió a la tumba de Otón y allí se burló de él en presencia de sus fuerzas; cuando llegó a Roma hizo gala de la opulencia que le había hecho ganarse los odios del pueblo, al entrar en la capital ataviado con lujosas vestimentas y a la cabeza de hombres vestidos con sus mejores ropajes, donde asumió el pontificado, estableció las nuevas magistraturas y se declaró cónsul vitalicio, y el 19 de abril del 69 se hizo proclamar emperador por el Senado. Las fuentes clásicas afirman que Vitelio se valió de su posición para entregarse a los más suntuosos placeres culinarios, y en la capital eran conocidos sus banquetes. Suetonio dice que este emperador era un ser cruel al que le gustaba ordenar asesinatos y contemplarlos, y asesinó a todos aquellos acreedores que le habían exigido el dinero de sus cuantiosas deudas y también a sus dos hijos por haberse expresado públicamente contra la facción de los azules del circo (nota: cuenta Grimal que en la antigua Roma la pasión por las carreras de carros tirados por caballos que se celebraban en el Circo era indescriptible y la disputaban 4 facciones de oponentes competitivos: la blanca, la roja, la verde y la azul; los aurigas vestían una túnica y un gorro de cuero del color correspondiente y el emperador Vitelio castigó con pena de muerte a los partidarios de los verdes por haber hablado mal de los azules); se llegó a afirmar, incluso, que había dejado morir a su propia madre.

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    • #160

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 160]
    Durante ese mismo otoño (del 69), el ejército romano en Cesarea declara emperador a Vespasiano y le presiona para que acepte el cargo de primer mandatario del Imperio. Sin embargo, Vespasiano se inclina por la prudencia y la seguridad personal antes que exponerse a los peligros que supondría competir por el puesto de emperador. No obstante, sus tropas son vehementes y desean que alguien salve al Imperio de las manos de Vitelio y de otros incompetentes; de modo que sus oficiales le presionan enormemente y los soldados marchan en tropel por las calles blandiendo las espadas y amanazándole de muerte si no es capaz de tomar la iniciativa para salvar a Roma con la dignidad que siempre le ha caracterizado; ante esto, él cede y sus soldados se tranquilizan. Ahora tiene que actuar rápidamente, pues la guerra por el mando del Imperio lo ha engullido inexorablemente. Su primer movimiento consiste en adquirir el control de Egipto, donde se encuentra el principal suministro de grano del Imperio, por lo que escribe a Tiberius Alexander, gobernador de Egipto y Alejandría (y antiguo procurador Judea), para que le dé su apoyo. Tiberius lee la carta en público e insta a sus legiones y al pueblo a prestar juramento de lealtad a Vespasiano, y todos ellos lo hacen de buena gana. Las noticias acerca del alzamiento de Vespasiano se extienden rápidamente hacia el este y son acogidas con regocijo, y muchas legiones en Europa se suman a la causa. También, el general Mucianus, gobernador de Siria, le da su apoyo. Entonces, después que Vespasiano es objeto de muchos augurios favorables emitidos por diferentes visionarios, recuerda la predicción que le hizo Josefo y decide liberarlo, para lo cual pide a Tito que mande cortar las cadenas que atenazan al judío con un hacha, ya que esta acción significa que su encadenamiento ha sido injusto. Además, después Vespasiano convoca a Mucianus y a varios oficiales y amigos para referirles la anécdota de que él, en principio, no creyó a Josefo, pues pensaba que era un rebelde charlatán que pretendía eludir la pena de muerte, pero el tiempo y el desarrollo de los acontecimientos estaban dando la razón al judío, como si éste fuera portador de un mensaje divino, y entonces añadió: “Es vergonzoso que alguien que ha pronosticado mi subida al poder, y que era un portavoz de Dios, se encuentre todavía en cautiverio y tenga que soportar el destino de un preso”. Así fue como Flavio Josefo obtuvo su liberación y más que eso, es decir, adquirió gran prestigio y un puesto oficial como colaborador de Tito en la campaña de Jerusalén.

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    • #161

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 161]
    Hacia diciembre del año 69 Vespasiano envía una gran fuerza militar a Italia bajo el mando de Mucianus, quien, como las temperaturas eran bajas y desfavorables, marcha por la ruta de la Capadocia y Frigia. Vitelio, en prevención del levantamiento de Vespasiano, había puesto en marcha una serie de medidas defensivas desesperadas, que supusieron una considerable carga para el tesoro del Imperio; y cuando se enteró de que las huestes de Dalmacia e Iliria se habían unido a su adversario trató de dimitir de su cargo y muchos de sus allegados desertaron de su lado. Al parecer, Vitelio esperó a Vespasiano al mando de sus tropas en Mevania y cuando las fuerzas de su rival alcanzaron el lugar convino su dimisión con Marco Antonio Primo, comandante de la legión VI y uno de los principales partidarios de Vespasiano. Pero los soldados de la guardia pretoriana (cuerpo militar que servía de escolta y protección a los emperadores romanos) obligaron a Vitelio a violar el acuerdo y le hicieron volver a palacio. Suetonio y Tácito afirman que cuando las tropas de Vespasiano entraron en la capital, Vitelio se escondió en el hogar de un portero; finalmente, sus enemigos lo encontraron y, a pesar de sus súplicas, lo trasladaron al Foro, donde el pueblo en pleno y muchos soldados apoyadores de Vespasiano lo acribillaron con muchas vejaciones y lo mataron, y después arrojaron su cuerpo al río Tíber y su cabeza la pasearon por las calles de la capital; también mataron a su hijo y a su hermano. La gente de Roma aclama unánimemente a Vespasiano como nuevo emperador, y acto seguido es declarado oficialmente emperador por el Senado a finales de diciembre del 69, mientras él estaba todavía en la provincia de Egipto (según Tácito, el viaje de Vespasiano a Roma se retrasó a causa del mal tiempo, y algunos historiadores modernos sostienen además que éste permaneció allí a fin de consolidar su poder en la provincia y para sofocar una serie de protestas que estallaron en Alejandría motivadas por la nueva política fiscal, y que causaron que los envíos de grano de Egipto a Roma se detuvieran; no obstante, Vespasiano logró que se restaurara el suministro cuando la población de la capital imperial estaba al borde de desfallecer a causa de inanición). Al día siguiente de la muerte de Vitelio, Mucianus llega con sus fuerzas a Roma y se nombra herederos del César a Domiciano y a Tito, los hijos de Vespasiano. Entretanto, Mucianus, auxiliado por Domiciano (pues Tito estaba con su padre), administra el Imperio hasta la llegada a Roma de Vespasiano, hacia mediados del año 70. Y, a principios del año 70, Vespasiano envía a Tito desde Alejandría hacia Judea, con tropas romanas adicionales, para aplastar a Jerusalén. Tito llega a Caesarea, quizás a mediados del invierno del 70, y Josefo le acompaña.

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    • #162

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 162]
    A pesar de la obligada tregua que Vespasiano tuvo que acometer con motivo de la guerra civil que estalló en Roma y en la que él mismo acabó siendo el vencedor y vistiendo el manto purpúreo del emperador, los rebeldes de Jerusalén desaprovecharon la ocasión de unir sus fuerzas contra los romanos. En efecto, la situación en la capital de Judea, durante esos meses otoñales e invernales de tregua, distaba mucho de ser la más conveniente para la defensa de la ciudad; y para colmo se habían producido diversos enfrentamientos, con abundante derramamiento de sangre, provocando una especie de guerra civil entre las distintas facciones y una total desatención a las medidas estratégicas más básicas para poder aguantar el inminente asedio. Por un lado estaba Eleazar ben Simeón, el principal jefe de los zelotes en Jerusalén hasta la llegada de Juan de Giscala; y este Eleazar no estaba dispuesto a servir bajo las órdenes de Juan por considerarlo un líder novato en la ciudad y por ser más joven (y supuestamente más inexperto) que él. Eleazar dominaba a los hombres de Juan, ya que se encontraba en el Templo en una posición ventajosa pese a su inferioridad numérica, y los matenía a raya. A su vez, Juan de Giscala tenía que hacer frente a Simón bar Giora, que tras realizar algunas correrías por Galilea e Idumea, había llegado a la capital con los brazos abiertos y gracias a la colaboración del pueblo, con la esperanza de amortiguar la actitud extremista de Juan de Giscala; pero este Simón bar Giora pronto mostró ser igual o peor, con lo que el pueblo, esperando deshacerse de un tirano, se encontró con dos, luchando entre sí, a pesar de que ambos consideraban a los ricos y aristócratas como enemigos comunes. Por otro lado, en el frenesí por debilitarse mutuamente, Juan y Eleazar no encontraron nada mejor que prender fuego a los enormes almacenes de grano de la ciudad, en donde estaban las reservas de víveres acumulados con vistas al asedio; así, ambos, con el miope objetivo de evitar que el bando rival se adueñara de ellos, habían decantado la situación bélica muy a favor de los romanos. Según Flavio Josefo: “Todos los alrededores del Templo fueron presa del fuego, la ciudad quedó convertida en campo yermo librado (se sobreentiende: Abandonado) a las peleas intestinas y ardió todo el trigo, que pudiera haber bastado para muchos años a los asediados”.

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    • #163

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 163]
    Tito disponía de 4 legiones para el asedio, a saber, la legión V (Macedonica), cuyo legado era Sexto Vetuleno Cerealis, la legión X (Fretensis), dirigida por Aulo Lancio Lépido Sulpiciano, la legión XV (Apollinaris), cuyo mando estaba bajo Marco Tittio Frugi, y la legión XII (Fulminata) cuyo legado, aunque no lo sabemos con certeza, quizás fuera Cesenio Galo, el mismo que estaba al frente de la misma cuando le ocurrió el desastre de Bethorón. Esta última, a pesar de sufrir aquel famoso revés, había sido recompuesta y restituida y acerca de ella Flavio Josefo afirma que sus integrantes estaban sedientos de venganza. Aparte de estas 4 legiones, que se encontraban incompletas en número debido a las bajas en las campañas anteriores, Tito contaba, para compensar, con vexillationes (nota: Una “vexillatio” era un destacamento de nueva creación formado para cubrir las necesidades militares en una determinada campaña bélica, y habitualmente constaba de varias centurias de soldados procedentes de diversas unidades o legiones) extraídas de la legión III (Cyrenaica) y de la legión XXII (Deiotariana), con un total aproximado de 2.000 hombres, las cuales estaban estacionadas en Egipto al mando del prefecto Tiberio Julio Alejandro (quien fue, al igual que Flavio Josefo, un antiguo judío que ahora servía a los romanos); también contaba con unos 3.000 mil hombres procedentes de Siria, quizás de las legiones III (Gallica) y VI (Ferrata); además, tenía el apoyo de los príncipes clientes Agripa II, Soemo de Emesa y Antíoco de Comagene, y 8 alaes de caballería auxiliar (nota: La alae, o ala, según Polibio, era un término que designaba a la caballería que se alineaba tanto a la derecha como a la izquierda de una legión, generalmente constituida por unos 500 hombres bajo el mando de un prefecto de la orden ecuestre) y 20 cohortes de infantería (nota: Una cohorte era una unidad táctica uniforme que constaba de 500 a 700 soldados). El número total de efectivos humanos al mando de Tito podría establecerse aproximadamente en unos 40.000 a 60.000, entre combatientes y auxiliares.

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    • #164

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 164]
    Si nos atenemos a los relatos de Flavio Josefo, la ciudad de Jerusalén se encontraba asentada entre dos colinas, la del este bastante menos elevada que la del oeste, además de estar rodeada la ciudad por barrancos infranqueables y grandes hondonadas. En la época del asedio, la mayoría de la población estaba situada en la colina más baja, conocida como Ciudad Baja, en un proceso de ocupación que había comenzado ya en la época de los últimos reyes de Judá. Pero lo más imponente de la ciudad eran sus murallas, formidables y muy difíciles de penetrar. De afuera hacia adentro, es decir, comenzando desde la parte exterior, tenemos la llamada tercera muralla, que era la más reciente y que comenzó a erigirse en época de Agripa I, hacia el año 41 o 42 de nuestra era, destinada a proteger el barrio nuevo de Betzatá (o Bezeta), situado en la Ciudad Nueva, cuya construcción quedó interrumpida para no levantar sospechas de cara a las autoridades romanas, y que en estos momentos aún no había sido terminada y además era de menor calidad que las dos restantes murallas, más antiguas. Parece ser que justo antes del asedio del año 70 se reanudaron los trabajos con el fin de acabarla pero no dio tiempo, y, según Flavio Josefo, de haberse terminado dicha muralla la ciudad habría sido totalmente inexpugnable puesto que ningún artefacto bélico habría podido rebasar los bloques de piedra de 10 por 5 metros que cuarteaban su superficie exterior. Mención especial merece la llamada Torre Psefino, situada en el ángulo noroeste, entremetida en la tercera muralla, en cuya proximidad establecería Tito su campamento. La segunda muralla, situada detrás de la tercera y menos extensa, fue levantada en la época asmonea debido al ensanchamiento de la ciudad hacia la colina oeste, mucho más extensa. A su nordeste se encontraba la Fortaleza Antonia, rodeada de 4 torres en sus ángulos, construida por Herodes bajo patrocinio de Marco Antonio, cuyo nombre se debe a este último, justo al lado de la parte noroeste del Templo. La primera muralla, de la que aún no se ha descubierto su totalidad, tenía al menos 7 metros de espesor y englobaba al resto de la ciudad, o sea, la Ciudad Alta y la Ciudad Baja y también la mitad del Templo, ya que la parte norte de la muralla, en un terreno nivelado, nacía cerca del acceso al mismo. En la parte noroeste de la muralla, y extendiéndose hacia el sur, se encontraba el espléndido Palacio de Herodes rodeado en su parte norte por 3 torres que recibieron el nombre de Hípico, en honor a un amigo, Fasael, el nombre de su hermano, y Mariamme, el de su esposa. El resto de la primera muralla se alzaba sobre grandes precipicios, lindando al este con el valle del Cedrión (o Cedrón) y al oeste y sur con el valle del Gehena. Además, la Ciudad Alta y la Ciudad Baja debieron de estar separadas por un muro interior que nacería en la parte norte de la primera muralla y finalizaría en el ángulo suroeste de la misma. Por último, estaba el Templo, que en sí constituía una magnífica fortaleza, remodelado por Herodes, que supuso uno de los bastiones de resistencia más enconada frente al empuje de Tito, pero que finalmente acabaría completamente destruido.

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    • #165

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 165]
    La aproximación a Jerusalén se hizo desde varios frentes. Concretamente desde el oeste, llegaron las legiones XII (Fulminata) y XV (Apollinaris) al mando de Tito, y la V (Macedonica) desde Emaús. La excepción fue la legión X (Fretensis), que venía desde Jericó con el propósito de encontrarse a las puertas de Jerusalén con las otras tres legiones. Ahora bien, las legiones no avanzaban en orden de batalla, ya que la posibilidad de encontrar al enemigo en campo abierto era muy baja. No obstante, se movían con cautela bajo las estrictas órdenes de Tito y sus oficiales. El orden de marcha era bastante parecido al que Vespasiano realizó en el asedio de Jotapata; a la vanguardia iban los auxiliares y tropas aliadas en formación cerrada, pero muy probablemente llevando como pantalla piquetes de caballería y grupos de arqueros, así como infantería ligera, encargados de explorar el terreno por si hubiera algún tipo de emboscada; inmediatamente detrás se encontraban los oficiales y soldados responsables de planificar e iniciar la construcción del campamento de marcha para pasar la noche; y a continuación iba el convoy de provisiones de los oficiales, seguido por Tito y su estado mayor, al que pertenecía Tiberio Julio Alejandro, antiguo prefecto de Egipto, custodiados por sus singulares (estos “singulares” eran cuerpos de caballería e infantería reclutados entre las tropas auxiliares de cada provincia, que en un principio se encargaban de proteger a los diferentes cargos provinciales, ya fueran gobernadores de rango consular o pretoriano, prefectos, legados o procuradores, pero que en el siglo I de nuestra era se constituyeron en cuerpos militares de élite cuyas funciones básicas eran las de proteger a la figura del emperador o de alguno de sus hijos o posibles sucesores; el número de soldados de cada “singular” era variable y estaba comandado por un centurión de legión que recibía el nombre de “praepositus” o “curam agens”) y de 120 jinetes que tenía cada legión. Después, avanzaba otro convoy con las piezas de artillería para el asedio, y, a continuación, muy posiblemente, iban los jefes de las unidades auxiliares y de las tropas aliadas juntos, con el propósito de que a Tito le fuera más fácil dictarles órdenes; y detrás iban las legiones, cada una con su emblema del águila, seguidas por su séquito de esclavos y las provisiones; finalmente, en la retaguardia, marchaba el resto de auxiliares y tropas aliadas.

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    • #166

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 166]
    Debían ser ya los finales del invierno, o los comienzos de la primavera del año 70, cuando Tito acampa en Gibeah de Saúl, a 30 estadios (5'5 kilómetros) al norte de Jerusalén, con las legiones XII y XV. Entonces, el futuro emperador, escoltado por 600 jinetes, que probablemente serían sus singulares, decidió hacer un reconocimiento de la ciudad con el propósito de juzgar el ambiente que se respiraba dentro de ella, ya que parecía que por fin se había calmado la oleada de disputas entre las distintas facciones. Sin casco ni armadura, en paralelo a las murallas, efectuó la maniobra, quizás confiando en que la rapidez de las caballerías le permitían semejante acción sin riesgo alguno. Pero en un momento dado, por sorpresa, un grupo de rebeldes realizó una salida que pilló por sorpresa al propio Tito, quien, gracias a que un puñado de jinetes se quedaron con él para protegerlo, salió ileso del peligroso trance (de otra forma, seguramente hubiera caído en manos de aquellos judíos). Los demás jinetes habían huido en desbandada, pensando que todos, incluso Tito, habían hecho lo mismo.

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    • #167

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 167]
    Al día siguiente, las legiones empezaron a establecer sus campamentos, no sin antes preparar el terreno para su asentamiento haciendo desaparecer los desniveles existentes, talando los árboles de alrededor y desbrozando la campiña de las inmediaciones con vistas al asedio. Las legiones XII (Fulminata) y XV (Apollinaris) levantaron sus campamentos en el monte Scopus (Escopo), que estaba aproximadamente a una milla (1'6 km) al nordeste de Jerusalén, mientras que la legión V (Macedonica) hacía lo mismo unos centenares de metros más atrás. La legión X (Fretensis), aislada del resto, acampó en las inmediaciones del monte de los Olivos, un poco más arriba del valle de Cedrón, pero, cuando aun no había terminado los trabajos de asentamiento, súbitamente, los judíos organizaron un ataque combinado cruzando el valle de Cedrón y pillaron por sorpresa a la legión. Muchos legionarios huyeron despavoridos, mientras otros, a las órdenes de centuriones y oficiales, apenas pudieron formar una línea de contención frente al ataque sorpresa. Tito fue avisado de la escaramuza y corrió presto junto con sus singulares a contrarrestar la ofensiva, consiguiendo que los legionarios que habían huido regresaran a apoyar a los demás. A continuación, Tito cargó con su caballería hacía el flanco de los rebeldes y los jinetes romanos, muy superiores a los jinetes judíos, consiguieron hacer huir a éstos y obligaron al resto de los judíos regresar por donde vinieron. Finalmente, viendo que el peligro había pasado, Tito ordenó reanudar la construcción del campamento, estableciendo una fuerza de cobertura formada por cohortes auxiliares y otros soldados de refuerzo. Pero hubo de nuevo otra oleada rebelde de tal ímpetu que Tito se vio obligado a luchar cuerpo a cuerpo a la cabeza de sus tropas, a las que se sumó de nuevo la legión X; y finalmente consiguieron detener el ataque y reunir de nuevo a la fuerza que hacía de cobertura, permitiendo a los legionarios regresar a las tareas de asentamiento y completar por fin la construcción del campamento.

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    • #168

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 168]
    Juan de Giscala (el antiguo rival de Josefo en Galilea) derrota a Eleazar y sus fanáticos y se hace con el control del Templo. Por lo tanto, las facciones quedan reducidas a dos, a saber, la capitaneada por Simón bar Gioras, con 10.000 judíos y 5.000 idumeos, y la liderada por Juan de Giscala, con sus 6.000 zelotes originales más 2.400 zelotes de Eleazar que se han afiliado a él. Simón controla la Ciudad Alta y la Ciudad Baja, y casi toda el área cubierta por la segunda y la tercera murallas; Juan controla el Templo y sus alrededores; y parece que la zona limítrofe entre ambos fue reducida a cenizas. Por su parte, los romanos casi han acabado ya los trabajos de construcción y asentamiento para sus diferentes campamentos, en tanto que un hombre iba a tomar ahora el protagonismo: Flavio Josefo. El antiguo prisionero, liberado por el indulgente Vespasiano y que se había granjeado la amistad de Tito, iba a ser usado como instrumento de guerra psicológica. En efecto, los romanos, antes de realizar cualquier tipo de asedio, primeramente instaban a los asediados a que se rindiesen, procediendo, como es natural, a pasar al ataque si la respuesta era negativa. Habitualmente, el comandante en jefe, en este caso Tito, debería de ser el que instara a la rendición de los rebeldes judíos, pero en esta ocasión no sería así. Tito, inteligentemente, y sabiendo que el asedio podría ser largo y costoso, tenía como gran baza a Josefo, pues éste fue anteriormente uno de ellos y porque hablaba la misma lengua, y su elocuencia podría resultar muy útil; además, sabía, más que nadie, lo que estaba sucediendo en la capital, gobernada por dos facciones que tendrían sometido al resto del pueblo, harto ya del desarrollo de la guerra y de estar bajo las órdenes de dos cabecillas fanáticos. En estas condiciones y como solución para evitar el conflicto armado, Tito ordenó a Flavio Josefo que fuera el encargado de dar el discurso a los sitiados. La primera arenga pareció que iba a tener algo de resultado, pero demostró ser inocua, ya que aunque al día siguiente aparecieron rebeldes apostados sobre las murallas pidiendo la paz de forma empecinada, prometiendo a los romanos que les abrirían las puertas si llegaban a un acuerdo, sin embargo, resultaría ser una treta: Un grupito que simulaba ser extremista fue expulsado de la ciudad y consiguió atraer a un destacamento romano hasta quedar al alcance de los proyectiles que se arrojaban desde lo alto de la muralla, causando numerosas bajas entre los romanos en su intento de huir cuando hubieron descubierto el engaño. Al enterarse Tito del suceso, éste montó en cólera contra los supervivientes por haber actuado sin previa orden, y pensó castigarlos severamente con la pena capital para que los demás tomaran ejemplo, pero la actuación de los otros soldados, implorando clemencia para los posibles condenados, hicieron recapacitar al futuro emperador de que la ejecución de los soldados no sería la mejor opción, no sólo por diezmar a las tropas sino también para no ver menoscabada su reputación; así que, al final, suponiendo que ya había quedado clara la importancia de mantener una estricta obediencia, les perdonó la vida.

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    • #169

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 169]
    El 1 de mayo del año 70, Tito mueve el campamento hacia el oeste y noroeste de Jerusalén, a una distancia de 2 estadios (unos 400 metros) de la torre Psefino, que está empotrada en la tercera muralla de la ciudad, la que rodea la ciudad nueva (Bezeta); pero la legión X permanece en el monte de los Olivos. A continuación, Tito rodea las murallas para seleccionar un punto de asalto, acompañado por el tribuno Nicanor (antiguo amigo suyo de Galilea) y de Josefo, en una postreta tentativa de negociar con los rebeldes. Pero Nicanor es alcanzado por una flecha en el hombro izquierdo, mientras que Josefo no conseguía convencer a los sitiados. Por lo tanto, Tito, viendo que las negociaciones eran inútiles, pasó a la acción, ordenando a las legiones XII (Fulminata) y XV (Apollonaris) que estuvieran preparadas para entrar en combate inmediato y se situaran a 2 estadios al noroeste de la torre Psefino, y ordenando a la legión V (Macedonica) que se apostara más al sur, cerca del Palacio de Herodes; pero la legión X (Fretensis) tendría que seguir acampada en el monte de los Olivos. Por su parte, Flavio Josefo se daba cuenta que los sitiados habían constituido un frente común a pesar de sus diferencias y que contaban con el apoyo de la población restante, pertrechada ésta detrás de las murallas de la ciudad, al mando de sus dos grandes jefes Simón y Juan, y que contra eso era inútil instar a la rendición de manera pacífica. El punto de asalto elegido por Tito es frente a la tumba de Juan Hircano (gran sumo sacerdote y jefe macabeo del siglo II antes de la EC, que extendió considerablemente los límites de Judea al someter militarmente toda la Palestina), en el oeste de la ciudad, a fin de demoler la tercera muralla por su parte aparentemente más frágil, capturar la ciudad Nueva y atacar posteriormente la fortaleza Antonia presumiblemente por su lado nordeste. Entonces ordena a las legiones XII y XV que se sitúen más al sur, al objeto de construir terraplenes para el asalto.

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    • #170

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 170]
    El asedio propiamente dicho comenzó. El lugar escogido para el primer asalto a las murallas fue en los aledaños de la tumba del sumo sacerdote Juan Hicarno, no demasiado lejos de la actual Puerta de Jafa. Los legionarios despejaron el terreno adyacente con el fin de prepararlo para que las máquinas de asedio pudieran maniobrar y recogieron toda la madera posible para su construcción. Como es lógico, los sitiados intentaron por todos los medios frenar, a través de proyectiles disparados con escorpiones y balistas conseguidas durante el desastre de Bethorón, los trabajos de los legionarios, mientras que éstos, para salvaguardar el esfuerzo de sus compañeros, hacían lo mismo, intentando despejar a los rebeldes de las murallas también a base de proyectiles. El intercambio favoreció a los romanos, que, a pesar de sufrir algunas bajas, pudieron seguir adelante con sus trabajos. Flavio Josefo cuenta que los sitiados podían prever el lanzamiento de las piedras de las catapultas por ser éstas demasiado claras, vistas contra un fondo oscuro desde las murallas, lo que daba tiempo a que se apartaran de la trayectoria y se escondieran. Los romanos, dándose cuenta de ello, pintaron las piedras de un color oscuro, con el propósito de que fueran más difíciles de advertir y así causar más bajas. Pero este tipo de intercambios, a pesar de que favorecía a los romanos porque llevaban ventaja en cuanto a destreza, no era suficiente para abrir una brecha en la tercera muralla sino que hacía falta algo más que eso.

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    • #171

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 171]
    La técnica más usada por los romanos para los asedios por asalto, en cuanto a abrir brecha en las murallas, era la del ariete. Terminados los trabajos de despeje del terreno para que las máquinas pudieran acercarse a la muralla a través de la construcción de rampas, una por cada legión, lo que hacía un total de tres, se construyó una torre de asedio por cada una de las legiones, con el objetivo de que arqueros y escorpiones (armas con cuerpo metálico que arrojaban flechas de unos 70 cm de longitud, con un alcance máximo de poco más de 350 metros, capaces de traspasar por completo un escudo y estimándose que cada centuria disponía de una de ellas, lo que haría un total de 59 por legión) pudieran disparar contra cualquier defensor situado en el parapeto de la muralla a la misma altura cuando llegase el momento. Las legiones acercaron, pues, los arietes y las torres de asedio desde una posición segura para evitar que los rebeldes pudieran destruir alguna de ellas y antes de que el ariete diera el primer golpe a la muralla los romanos instaron por última vez a los judíos para que se rindieran, ya que una vez dado el primer golpe no habría marcha atrás. Pero no hubo una respuesta positiva, por lo que el ariete dio la primera embestida, lo que provocó que los sitiados enseguida arrojaran desde la muralla todo tipo de proyectiles a la vez que se abalanzaban en pequeños grupos a romper los manteletes que protegían a los arietes. En una de estas escaramuzas, ya cuando uno de los arietes de la legión XV (Apollonaris) empezaba a hacer mella en la muralla, fue tal el ardor mostrado por los sitiados hacia los romanos que a punto estuvieron de echar a perder todo el trabajo realizado hasta entonces por las tropas romanas. No obstante, gracias a la impetuosidad de Tito y a las vexillationes procedentes de las legiones egipcias, a saber, la III (Cyrenaica) y la XXII (Deiotariana), pudieron detener esta salida, consiguiendo sólo un prisionero, al que crucificaron para mostrar a los rebeldes el destino que les esperaba si osaban continuar desafiando a Roma. A pesar de ello, el gran ardor mostrado por los rebeldes en su salida, hizo mella en los romanos generando cierto nerviosismo, que se acrecentó esa misma noche cuando sin causa aparente una de las torres de asedio se vino abajo. Sin embargo, el empuje romano no se vino del todo abajo y los soldados siguieron intentando abrir una brecha persistentemente. En el interior, el general de los 5.000 idumeos (un tal Juan, bajo las órdenes de Simón bar Gioras) muere al ser alcanzado por una flecha romana. Finalmente, uno de los arietes abre brecha en la tercera muralla y los rebeldes, presa del pánico, recularon hacia atrás pensando que la muralla ya no era defendible, y se parapetaron en la segunda muralla. Habían pasado 15 días de asedio hasta que por fin los romanos pudieron avanzar, lo que nos sitúa aproximadamente en el día 25 de mayo del año 70. Tito mandó demoler gran parte de la tercera muralla, junto con otras estructuras y edificios de este sector de la ciudad (la Bezeta), con el objetivo de que las 3 legiones asediadoras (V, XII y XV) acampasen en ella.

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    • #172

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 172]
    Caída la muralla exterior, los romanos prepararon el asalto a la segunda muralla. Los judíos, detrás de la muralla, seguían defendiéndose con un valor y un arrojo dignos de admiración, como si aun pensaran que podían repeler a los romanos; dispuestos a morir por sus jefes, en especial por Simón bar Gioras, y mostrando la extraordinaria tenacidad ante la adversidad que Flavio Josefo conocía bien. Pero esto no bastaba para detener ya a los romanos, pues Tito consiguió en sólo 5 días abrir una brecha en una de las torres en la parte norte de la segunda muralla. Pero antes de eso, el futuro emperador fue objeto de un conato de trampa en la que un tal Cástor y algunos otros judíos, implorando falsamente piedad a los sitiadores, intentaron atraer a los soldados con objeto de lanzarles piedras; por lo visto Tito accedió a la petición y envió a un representante suyo, pero Josefo sospechó la treta desde el principio y rehusó participar en las negociaciones; al final, Cástor atacó a los negociadores y cuando los romanos reanudaron la acometida contra la torre él prendió fuego a la misma y se dio a la fuga. Hacia el 30 de mayo, la segunda muralla de la ciudad cede ante el ariete romano e, imprudentemente, Tito con sus singulares y mil legionarios penetra hacia el interior de la ciudad por la abertura sin encontrar apenas oposición al principio; sin embargo, se olvidó de dar la orden de que los legionarios ensancharan la brecha, y cuando él y sus hombres fueron atacados por los rebeldes dentro de las estrechas calles de la ciudad, llenas de artesanos y tenderos a los que magnánimamente dejó con vida, Tito y sus soldados tuvieron muchísimas dificultades para retroceder y retirarse ya que la estrechez de la brecha les impedía salir y también que los refuerzos entraran en su ayuda. Al final, consiguieron escapar de allí a la desesperada, mientras que los judíos taponaban la brecha con los cuerpos de los caídos. Pero la alegría de los rebeldes duró sólo 3 días, ya que al cuarto, un segundo ataque romano hizo ceder de nuevo la segunda muralla y esta vez sí que se ordenó a los legionarios que la derribaran junto con los edificios adyacentes, para poder maniobrar con mayor seguridad. Así, pues, para principios de junio del 70 la segunda muralla también cayó.

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    • #173

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 173]
    El 4 de junio del año 70 fue arrasada la segunda muralla en su parte norte, pero todavía quedaba la primera muralla sin penetrar, así como la Fortaleza Antonia y el Templo, siendo este último, sin duda, el postrero foco de resistencia judía antes de que la ciudad cayera totalmente en manos romanas. Tito, inteligentemente, sabiendo que aún quedaba la fase más difícil del asedio, ordenó que las tropas pudieran descansar y recuperarse. Además, para animar a sus soldados y para mostrar a los rebeldes el poderío y la grandeza de Roma, en una actitud más psicológica que beligerante, el futuro emperador ordenó que los soldados recibieran la paga, pues éstos cobraban 3 veces al año, en enero, mayo y septiembre, y aún no habían recibido el pago de mayo y ya el calendario se encontraba a primeros de junio; pero la causa de la demora se debió al derribo de la segunda muralla a principios de junio, con lo cual existían varios días de retraso en el mismo, de forma que al efectuarse ahora se relanzaría la moral de las tropas de cara al asalto final. Normalmente la paga se hacía de una manera discreta, pero, en esta ocasión, Tito mandó realizar una ceremonia especial para su distribución, dándole solemnidad al acto y ordenando que todo el ejército se desplegase a la vista de los asediados. Los soldados rivalizaban en cuanto al abrillantamiento de la armadura y sus armas, mientras que los hombres de caballería lucían sus mejores galas y arneses desfilando a la vista de los sitiados, quienes, con mezcla de admiración y de espanto, contemplaban atónitos semejante espectáculo. Este ceremonial significaba para los romanos un orgullo personal y de bandera, así como la obtención de la merecida recompensa por prestar servicio militar; pero para los rebeldes, en cambio, se trataba de una demostración de fuerza y poderío emanados del demoledor ejército romano. El espectáculo duró 4 días, es decir, el tiempo que se tardó en pagar a todos los soldados de las diferentes legiones.

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    • #174

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 174]
    Tito, procurando evitar la destrución de la ciudad, pide a Josefo que éste hable a los rebeldes en su lengua materna y los persuada a rendirse. Así, antes del asalto final, Tito busca, por última vez, la rendición pacífica de los sitiados pensando que tal vez la demostración de poderío romano con el ceremonial de la entrega de la paga y el hecho de que gran parte de la ciudad estuviera bajo dominación romana eran razones más que suficientes para claudicar. En esta ocasión, el discurso de Josefo se atiene a 3 premisas: primero, asegurar la salvación de los rebeldes judíos y del Templo, segundo, la incontestable superioridad militar romana y, tercero, en el orden teológico hacerles ver que Dios no está con ellos por sus pecados y que ahora sus prodigios los hace a favor de los romanos, exhortando a sus compatriotas a arrepentirse, para que así Dios los perdone. Incluso va más allá, ofrece su vida y la de su familia a cambio de que cesen las hostilidades. Algunas de estas frases de Josefo revelan no sólo su gran capacidad elocuente sino, también, una perspicacia fuera de lo común. Por ejemplo, él implora a los rebeldes que ahorren vidas que serán perdidas inútilmente, y que tengan presente que tanto el país como el Templo están en grave peligro de extinción. Afirma que, por lo que él está viendo, los romanos están más interesados en proteger el Templo que ellos. Es sensato y racional ceder ante ejércitos superiores, y los romanos son los amos del mundo porque, claramente, la voluntad de la Deidad está a favor, o no se opone, a la prosperidad de ellos. Si los antepasados de ellos estuvieran ahora gobernando la ciudad, hace tiempo que se habrían rendido a los romanos. Los romanos ya saben que el hambre cunde por toda la ciudad y que esto presagia la caída inevitable de la misma, por lo que es muestra de indulgencia por su parte ofrecerles garantías de ser tratados bien si se rinden ahora, mientras que nadie será perdonado si se obcecan en rechazar todas estas ofertas. La Biblia demuestra que cuando la Deidad apoya a los judíos el éxito es obtenido por éstos sin necesidad de recurrir a la guerra, mientras que si la guerra es emprendida por los judíos contra poderes superiores el resultado es siempre el fracaso y la destrucción para los judíos. Josefo se compara directamente a Jeremías al argumentar que este profeta también le habló vigorosamente al pueblo diciéndole que ellos eran odiosos a Dios y serían tomados cautivos a menos que rindieran la ciudad; pero ellos hicieron caso omiso y hasta quisieron matar al profeta, de forma parecida a como los rebeldes ahora “me atacan con insultos y proyectiles, mientras les exhorto a salvarse. Los milagros, además, dan la bienvenida a los romanos: El estanque de Siloam, que había sido secado, ahora se ha llenado de agua gracias a la aproximación de Tito”. Con estas palabras, parece que una parte de la población quedó convencida, pero los zelotes no, quienes incluso le arrojaron una piedra que impactó en la cara del historiador y éste quedó inconsciente; y sólo la rápida actuación de los legionarios evitó que los judíos se llevaran el cuerpo caído de Josefo al interior de la ciudad. Por lo tanto, ante dicha respuesta, Tito comprendió definitivamente lo que tenía que hacer.

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    • #175

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 175]
    A pesar de la dura preparación psicológica de los romanos, éstos se desanimaron mucho cuando vieron que el gran esfuerzo que habían realizado para montar las rampas de asalto había sido en vano. Tito, consciente de la gravedad de la situación, se reunió con los oficiales superiores para poder dar una solución al problema. Se barajaron 2 propuestas, ambas extremas: la primera, un asalto inmediato a gran escala y con todo el ejército, que aunque podría dar una victoria aplastante también tenía el riesgo de fracasar, con lo que definitivamente la moral de los soldados se hundiría del todo; y segundo, rodear con una muralla toda la ciudad, y esperar que los sitiados murieran de inanición o de hambre, opción que a Tito le disgustaba por considerar que no era la forma más honorable de vencer. Finalmente, se adoptó una solución intermedia que implicaría a las 2 propuestas, es decir, se seguiría con el asalto pero, a la vez, se construiría una “circunvallatio” alrededor de la ciudad para asegurar su bloqueo hermético y así los sitiados no pudieran salir y tampoco recibir ningún tipo de ayuda desde fuera (la “circunvallatio” consistía en una línea de fortificación que rodeaba la ciudad para que ésta no pudiera recibir ayuda logística, víveres o efectivos desde fuera, a fin de que la rendición de la misma se produjera por hambre, hacinación, sed o proliferación de enfermedades). La tarea de la construcción de esta circunvallatio conllevaría muchos días, e incluso puede que algunos meses, por lo que parecía una empresa descabellada, pero las arengas de Tito hacia sus hombres hicieron gran mella en ellos, y, en un esfuerzo de coordinación lleno de admiración, cada legión y cada subunidad se ocupó de un tramo, mientras Tito visitaba regularmente los grupos de trabajo para animarlos. Y esto dio muy buen resultado, pues en un tiempo récord de 3 días se consiguió rodear toda la ciudad con un cerco de estacas puntiagudas de 8 kilómetros de perímetro, reforzado con unas 13 fortificaciones en su derredor con guarniciones de soldados vigilantes; y con el fin de proveer materiales para la construcción de esta empalizada, la región rural alrededor de Jerusalén fue despojada de sus árboles por unos 16 kilómetros a la redonda. Tal vez Josefo, el narrador de esta infeliz historia, nunca supo (o nunca quiso saber) que ese cerco fue profetizado por Jesucristo casi 40 años antes (es decir, casi 5 años antes del nacimiento del historiador), cuando hizo su entrada triunfal en Jerusalén, pocos días antes de su muerte: «Al acercarse y ver la ciudad (se sobreentiende: Cuando Cristo se aproximaba a la ciudad santa sentado sobre un pollino), lloró por ella, diciendo: “Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz... Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas (se sobreentiende: Un cerco de estacas puntiagudas), te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita (se sobreentiende: El tiempo en el que los tribunales celestiales te examinarían o visitarían simbólicamente para darte tu justa retribución, especialmente a causa del asesinato del Mesías)”» (Evangelio según Lucas, capítulo 19, versículos 41-44; Biblia de Jerusalén de 1975).

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